En mi artículo de la semana pasada titulado “Lástima de colegiaturas”, escribí que a veces encontramos a jovencitas… que se exhiben como gallinas en congelador de supermercado. Y una amable señora, en tono de duda, me hace llegar un elenco de posibles acepciones sobre esta frase. Aprovecho aquí para copiarlas, pues me parece un exquisito ejemplo del ingenio femenino:
¿Cómo gallinas en congelador de supermercado? ¿Sin proyecto de vida?, ¿en oferta?, ¿muy expuestas?, ¿sin identidad propia?, ¿indiferentes, apáticas?, ¿como apartadas bruscamente de la sociedad?, ¿con un futuro incierto?, ¿sin intención y condición para procrear?, ¿dispuestas a entrar a cualquier casa de vecino?, ¿sin conciencia en sí mismas?, ¿cómo muy desinhibidas?, ¿sin encontrar el sentido de su existencia?, ¿exponiéndose a no probar bocado alguno, ¡nunca más!?, ¿sin educación?, ¿sin ambición, sin ansias, ni esperanzas?, ¿que no conocen amor, ni confianza?, ¿descerebradas?, ¿sin maquillaje?, ¿como ausentes, insensibles y hasta frías?, ¿con obvias muestras de inactividad?, ¿plásticas?, ¿con el precio marcado en el cuerpecito?, ¿valoradas por el tamaño de su pechuga?, ¿destinadas a que las hagan pedazos?, ¿ofrecidas siempre como carne fresca?, ¿sugiriendo ser consumidas, devoradas y/o disfrutadas?, ¿mostrando abiertamente su caducidad... es decir, "consúmase antes de..."?, ¿dispuesta a abandonar su posición con el primero que les llegue al precio?
Siguiendo con un tema tan importante como la autovaloración de la mujer me permito hacer un breve relato: Domingo, dos de la madrugada. Aparece en la guardia de la Cruz Roja un auto en el que traen a una mujer alcoholizada con una cortada en la cara, pues la hirieron lanzándole una lata de cerveza. Una hora después aparecen otras dos mujeres, una llevando a la otra porque no podía sostenerse por sí misma. Poco más tarde, otro carro más, con cinco jóvenes -cuatro chicas y un muchacho-: “Traemos a una amiga con congestión alcohólica…”. Ésta última requirió silla de ruedas y tardó más en salir de la zona de emergencias. Cuando salen le pregunto a una de ellas: ¿La van a llevar a su casa con su familia? Respuesta: No, vive conmigo, estudiamos aquí. Se me ocurre darle un consejo: Tienes que cuidar más a tu amiga. Respuesta: Sí, por eso la traje aquí. En ese momento no me pude resistir y le dije: Si la hubieras cuidado no vendría en este estado. La intoxicada entre vómito y vómito, decía: Quiero a mi mamá…, dame a mi mamá…
Resulta curioso que parezca tan difícil hacer entender a algunas jóvenes que una mujer borracha es como una paloma en un stand de tiro. Ojalá algún día aprendan a mirarse en el espejo para descubrir a ese maravilloso e invaluable ser llamado mujer.