Existen jóvenes que han tocado fondo. Basta ir a los puntos de muerte de la ciudad de Roma; lugares como los subterráneos de la estación de trenes Termini.
Entre éstos, Michela cuenta una historia especial, casi extrema. Abandonada por sus padres en un hospital apenas recién nacida, fue educada en un orfanato, conociendo de todo menos el amor. Creció con el deseo de disfrutar la vida, la rebelde vida que llevaba. A los 18 años abandona el orfanato y pronto se transforma en chef de cocina internacional. El dinero llenó sus bolsillos rápidamente. Lo adoraba como a su dios y lo gastaba sin reparos.
En sus años de juventud la afectividad desordenada no faltó. Tuvo novios como trapos desechables, “los usas y los tiras”. Hasta que se topó con un novio serio, Luca, de éste si se enamoró. El único defecto: un católico practicante. Se extrañaba que éste no aceptara invitaciones nocturnas. Su respuesta era: hasta el matrimonio…
A pesar de todo, ella lo amaba, deseando vivir el momento presente. Su novio con mucho amor y respeto la quiso para toda la vida y he aquí que intentó llevarla al altar para bendecir su unión. Pocos días antes de la boda al novio catolicísimo le detectaron sida por una transfusión de sangre contaminada. El novio practicante y amado se le fue seis días antes de la ceremonia.
Ante esto, su rebeldía llegó al extremo, según ella misma cuenta: «Me enfadé con Dios por haberme quitado a mis padres. Me enfadé con Dios por haber sufrido tanta violencia desde pequeñita. Me enfadé con Dios por la muerte de Luca. La noche de su funeral, me marché a la playa y allí mismo hice un juramento: “Dios, si tú no existes, pasaré toda mi vida diciéndoselo a todo el mundo. Pero si existes de verdad, empeñaré mi vida en destruirte”».
En medio de su rebeldía -y de su vacío interior- se vio envuelta en varias filosofías como el New Age y el Reiki. Michela pisó fondo intentando conocer a Dios por un camino equivocado y no encontró nada. Una doctora de psicoterapia, que intentó sanar las heridas más profundas del alma de Michela, no le hizo sino más daño y casi se adueña de su libertad. Ella misma cuenta que la trataban como a un títere.
Y fue gracias a esas prácticas de psicoterapia, como Michela se introduce en el satanismo paso a paso, casi consagrándose al mismo demonio. Le ofrecieron ser sacerdotisa de una secta diabólica. Para alcanzar esa meta, el reto consistía en algo aparentemente simple: mata a Chiara Mirante, (Fundadora de la Comuniad Nuovi Orizzonti).
Con el cuchillo en la mano fue recibida con un abrazo de quien sería su víctima; un abrazo que le cambiaría su vida. Aún teniendo el alma muerta, Michela fue capaz de recibir amor y fue amada por lo que era. Al abrazarla, Chiara Mirante le dijo: «bienvenida hija mía, por fin has llegado a tu casa».
Michela puso cara de interrogación… ¡Nunca antes se habían visto! Pero el amor es gratuito, y un abrazo y una mirada bastaron para desarmar el corazón de piedra que traía.
La vuelta a Dios y a la paz del alma, no fue fácil. En el camino, la joven buscó por todos los medios conocer a quien la había gestado y traído a este mundo, su madre natural. Pero cuando la encontró recibió, como una bofetada, estas palabras: «tú nunca has existido para mí». Más lágrimas y el desprecio recibido apretaron y casi destruyeron sus anhelos de amar y ser amada. Quiso tomarse un descanso… así se lo comunicó a Chiara, quien la envió a Medjugorye.
La muerte y el odio no tienen la última palabra. Dios siempre saca buenos frutos de todo lo que nos pasa. Tras una experiencia fuerte de amor, Michela encontró en Medjugorye a una Madre que la agasajó y le llenó su corazón de amor: María. Ella le cambió su corazón frío y lleno de odio por un corazón nuevo. La Virgen le regaló la alegría que sanó para simpre todas sus heridas.
Hoy, Michela tiene 40 años y vive en la comunidad que la recibió con un abrazo lleno de amor. Es consagrada en el movimiento Nuovi orizzonti desde hace ya 12 años y no cesa de repetir a todos los que quieren escucharla:
«Os lo repito, no huyáis del sufrimiento, utilizadlo. Levádselo a Jesús y ese sufrimiento se transformará en amor. Me despido con una frase de Edith Stein. Cuando Edith Stein se convirtió, le preguntaron por qué se había convertido al catolicismo, y ella respondió: “Yo busqué el amor. Y encontré a Jesús”».