1) Para saber
En su reciente audiencia general de los miércoles en la Plaza de San Pedro ante miles de peregrinos procedentes de todo el mundo, el Papa Benedicto XVI quiso recordar a la beata Ángela de Foligno, una gran mística medieval que vivió en el siglo XIII.
En ocasiones, mencionó el Papa, nos fijamos más en los acontecimientos extraordinarios de los santos, sin apreciar que para llegar a las cima de la santidad, tuvieron que recorrer un camino difícil. La beata Ángela, por ejemplo, vivió su juventud un tanto indiferente respecto a la fe. Su vida era despreocupada, e incluso no comprendía a los que dejaban todo para seguir a Cristo. Pero le sobrevinieron algunos acontecimientos dolorosos: la muerte de su madre, luego la de su marido y por último la de todos sus hijos. Así comenzó el largo camino de su conversión.
Progresivamente fue tomando conciencia de sus pecados. Un paso decisivo fue cuando decidió hacer una buena confesión general. Entonces pudo percibir claramente el estado de su alma y tuvo un gran temor de condenarse, con lo cual lloraba amargamente. A partir de ahí, escribe ella, fue necesario aprender a vivir un camino de penitencia, de humildad, sin que faltaran las tribulaciones.
El Papa señala que “hoy estamos todos en peligro de vivir como si Dios no existiera: parece muy alejado de la vida actual. Pero Dios tiene mil maneras, para cada uno la suya, de hacerse presente en el alma, de mostrar que existe y que me conoce y ama”.
2) Para vivir
En efecto, Dios se nos da a conocer de diversas maneras, a cada quien de modo especial. Ha habido personas que han alcanzado un gran sentido de la presencia de Dios en su misma ocupación. Una de ellas fue un versátil científico francés del siglo XIX llamado Enrique Fabre (1823-1915). Además de ser poeta y escritor, se dedicaba a la entomología, que es una rama de la zoología dedicada al estudio de los insectos. Darwin le admiraba y decía de él que era un “observador incomparable”. Se le consideraba el hombre que más sabía de insectos en todo el mundo.
Cuando ya era anciano, a los ochenta y siete años, le hicieron una entrevista. Le preguntaron si creía en Dios. El científico, con su ingenio juguetón, respondió: “No, no «creo» en Dios. No necesito creer porque lo «veo» en todas partes”.
Con ello declaraba que sabía descubrir la presencia de Dios, en la ciencia, en la naturaleza. Era tan buen observador que sabía encontrar a Dios en todo lo que le rodeaba.
3) Para vivir
Comentaba el Papa que la beata Ángela, por su parte, supo encontrar a Dios en sus penas y dolores; ella escribía este consejo que el mismo nuestro Señor Jesucristo le había dicho una vez: “Quien quiera conservar la gracia no debe quitar los ojos del alma de la Cruz, tanto en la alegría como en la tristeza”.
Angela supo comprender de modo profundo que lo que lo único que la salvará de “merecer el infierno” es Jesús crucificado, el amor de Jesús por ella, “su crucifixión por mí”.
También en nuestra vida Dios se nos hace presente tanto en las alegrías como en las penas. Hay que saber descubrir su mirada amorosa y misericordiosa en todos nuestros acontecimientos.