Hoy día la gente no quiere comprometerse casi con nada. La mejor manera de convencer a la gente de algo es estar uno mismo convencido de aquello.
¡Qué difícil es atender a la gente! No por ellas sino por nosotros, por nuestro egoísmo. Más del 90% de los conflictos interiores tienen su raíz en que pensamos en nosotros mismos. Y, ¿cómo le hago para que mis amigos amen a Dios?... San Luis María Girgnion de Montfort decía: Entre las múltiples causas que debieran movernos a amar a Jesucristo está "la consideración de los dolores que quiso padecer para mostrarnos su amor... porque este amantísimo salvador ha trabajado y sufrido muchísimo para redimirnos. ¡Oh cuántas penas y amarguras hubo de soportar! (Cap. XIII n. 154). Una de las primeras charlas o lecturas que podemos darle a nuestras amigos es el relato de la Pasión del Señor: "la cosa más alta y divina que ha sucedido jamás desde la creación" (Luis de la Palma).
Decimos: Nunca pensé que iba a lograr hacer oración, o nunca pensé que iba a aprender a cocinar, o nunca pensé que iba a conseguir ser puntual. ¡Inténtalo! Un escritor inglés, dice: "El hombre nunca sabe de lo que es capaz hasta que lo intenta" (Ch. Dickens).
El predicador del Papa dice: Parece fácil creer en el amor de Dios, y sin embargo probablemente sea lo más difícil que exista. "Para un cristiano, no creer en el amor de Dios es no creer en Dios, ser ateo, porque nuestro Dios 'es amor'. Y si Dios no es amor, simplemente no existe". Los primero que deberíamos pedir al Espíritu Santo es precisamente que nos haga creer firmemente en el amor de Dios .
La vida eterna, dice el papa Benedicto XVI, es elemento central en la evangelización. El hombre no puede hacer o dejar de hacer lo que le apetezca. Será juzgado. Debe rendir cuentas. Esta certeza vale tanto para los poderosos como para los sencillos. Si se respeta, se trazan los límites de todo poder en este mundo. Dios hace justicia, y en definitiva sólo Él puede hacerla. Nosotros lograremos hacer justicia en la medida en que seamos capaces de vivir en presencia de Dios y de comunicar al mundo la verdad del juicio... Sólo creyendo en el justo juicio de Dios abrimos nuestro corazón, nuestra vida, a la misericordia divina. No es verdad que la fe en la vida eterna quite importancia a la vida en la tierra. Al contrario, sólo si la medida de nuestra vida es la eternidad, también esta vida en la tierra es grande y su valor inmenso. Dios no es nuestro rival, sino quien garantiza nuestra grandeza... El mensaje cristiano es sencillo: hablamos de Dios y del hombre, y así lo decimos todo.
Para ejemplificar un poco más lo de la vida eterna, vamos a recontar la historia de Dostoyewki sobre la ancianita egoísta: "Había una vez una señora rusa campesina que era muy mala. Se dejó y no tenía obras buenas. Los demonios la condujeron a un lago de azufre y fuego. Mientras, su Ángel guardián se quedó pensando qué hecho bueno había hecho ella para recordárselo a Dios. ¡Al fin se acordó de uno! Y fue a decírselo al Señor:
-En cierta ocasión, ella arrancó una cebolla de su huerta y se la dio a una mendiga.
Dios le contestó:
-Toma esta cebolla y tiéndesela a la mujer del lago para que se aferre a ella. Si logras sacarla, tráela al paraíso, pero si la cebolla se quiebra, ella debe permanecer allá donde está.
El Ángel corrió hacia el lago y le tendió la cebolla a la mujer.
-Ven-, le dijo, agárrate y yo te sacaré.
Y el Ángel empezó a tratar de sacarla del lago. Casi había acabado de sacarla, cuando uno de los pecadores del lago se aferró a ella para que también lo sacaran a él; pero ella empezó a patearlo, diciendo:
-¡Yo voy a salir, no tú, es mi cebolla!
Tan pronto como dijo esto se rompió la cebolla, se cayó al lago y se está quemando hasta el día de hoy. Así que el Ángel sollozó y se retiró de allí".
Benedicto XVI escribió: Dar a conocer las normas morales es incluso la obra de caridad prioritaria, (Dios y el mundo, p. 197). ¡Normas morales! Es decir, el criterio sobre el amor, el matrimonio, el dolor, el aborto, la eutanasia, el comportamiento en el trabajo ordinario y en la vida corriente. Decía el Cura de Ars: "Una persona que no esta formada en su religión es como un enfermo agónico; no conoce ni la grandeza del pecado, ni la belleza de su alma, ni el precio de la virtud; se arrastra de pecado en pecado".
Que nadie nos sea indiferente: la persona que trabaja en las copias, el chofer, la persona que atiende una ventanilla, la que está en el mostrador... No toda acción apostólica está "planeada". De la abundancia del corazón habla la boca.