El mal avanza en el mundo por cobardía de los buenos. Si se deja sin contestación a los que faltan al respeto a Dios y a los demás, pronto nos veremos inmersos todos, hasta las cejas, en el chapapote de la inmundicia moral, que nos anegará.
No caben posturas ambiguas ni mirar para otro lado. Un cristiano de verdad, ha de reaccionar valiente y coherentemente con su fe profesada. Lo mismo que nadie queda indiferente ante el insulto a su padre o a su madre, así se ha de parar los pies y la lengua de los irrespetuosos blasfemos, que injurian públicamente a Dios, la Virgen o los santos.
Es cuestión de educación y sensibilidad. No basta la protesta, ni la apelación al derecho constitucional. Sería de desear la reacción inmediata del creyente, agredido en sus sentimientos íntimos, y a ser respetado como ciudadano.
Ante la blasfemia públicas, ante el honor de Dios manchado, los buenos hijos de Dios saben reaccionar públicamente: ”¡Bendito sea Dios¡.¡Bendito sea su santo nombre¡”.Tienen presentes las palabras de Jesús. “Quien se avergüence de Mí ,ante los hombres, me avergonzaré Yo de él ante mi Padre del cielo”.
Pues ,los que inculpablemente desconocen el Evangelio y la Iglesia de Cristo, pero buscan con sinceridad a Dios y se esfuerzan bajo el influjo de la gracia, en cumplir con sus obras la voluntad divina, conocida por el dictamen de la conciencia, pueden conseguir la salvación eterna.
Y la divina Providencia no niega los auxilios necesarios para la salvación a aquellos que, sin culpa por su parte, no han llegado todavía al expreso conocimiento de Dios y se esfuerzan con la gracia divina, en conseguir una vida recta.
La Iglesia considera que todo lo bueno y verdadero que se da entre los hombres es como una preparación al Evangelio y que es dado por aquel que ilumina a todo hombre para que al fin tenga la vida".
Un poco larga ha sido la cita, pero merecía la pena para disipar cualquier prevención de esta convocatoria de Asís ,hecha por Juan Pablo II PARA LLEVAR A CABO LO SEÑALADO POR EL CONCILIO VATICANO II.
Recemos unidos con fe todos los verdaderos cristianos para que los ingentes esfuerzos del Papa, sean bendecidos por Dios con la paz verdadera y fruto de la misma sea posible el Ecumenismo promovido por el Concilio.