La iglesia anglicana, que surgiera en Inglaterra por decreto del rey Enrique VIII en 1539 cuando ordenara la separación religiosa de su país de la obediencia del Papa, ha experimentado en años recientes cambios que se han derivado en aceptación de unos y en rechazo de otros de sus fieles, al punto de que ya existe una clara línea divisoria entre el anglicanismo tradicional y el moderno.
Uno de los principales problemas que enfrenta la moderna iglesia anglicana es la ordenación sacerdotal y episcopal de mujeres, que ha ocasionado el rechazo de muchos observantes de la tradición, pero lo que más contrariedades le ha atraído es la reciente aceptación de sacerdotes y de obispos homosexuales y el matrimonio entre parejas del mismo sexo. Son ya cientos de miles de tradicionalistas los que reniegan de esta visión progresista de su iglesia y son comunidades enteras las que han acudido a la Iglesia católica, en varios intentos por ser admitidos en ella, buscando la comunión con el obispo de Roma aunque tengan de romper con el arzobispo de Canterbury.
En consecuencia, el Papa Benedicto XVI ha puesto, a partir del pasado 20 de octubre, las bases para que esas comunidades de anglicanos puedan ser admitidos en la Iglesia sin que tengan que renunciar a su propia liturgia, gesto que puede apreciarse como una muestra más del ecumenismo que está caracterizando a este pontificado a pesar de que en sus inicios no fueron pocos los críticos que presagiaron un pontificado cerrado de un Papa ensimismado.
Las bases de la nueva estructura fueron presentadas por el cardenal William Joseph Levada, prefecto sucesor de Joseph Ratzinger en la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, el mismo día 20, cuando explicó que así se “responde a numerosas peticiones por parte de clérigos y fieles anglicanos procedentes de diversas partes del mundo que quieren entrar en plena comunión con Roma”.
Para plasmar su apertura a los tradicionalistas anglicanos, Benedicto XVI ve la posibilidad de elaborar una Constitución Apostólica, documento pontificio de altísimo rango, en el que se contemple la creación de prelaturas personales para las comunidades anglicanas que decidan entrar en la Iglesia católica dependiendo de un obispo particular y no del que les corresponda territorialmente en función de la diócesis en la que residan. Esta propuesta se vislumbra como excepcional en la Iglesia aunque no deja de estar bien fundamentada en el Derecho Canónico.
En la presentación, el cardenal Levada afirmó que esa Constitución Apostólica representaría “una respuesta razonable y necesaria a un fenómeno global y ofrece un único modelo canónico para la Iglesia adaptable a diversas situaciones locales”.
Por su parte, Rowan Williams, arzobispo de Canterbury, quien se reuniera con el Papa en 2005, y Vincent Nichols, primado católico de Inglaterra y Gales y arzobispo de Westminster, han emitido una carta conjunta en la que ambos celebran la iniciativa porque, como establecen en ella, “pone fin a un periodo de incertidumbre para aquellos grupos que han alimentado esperanza de nuevas vías para abrazar la unidad con la Iglesia católica”. Sin embargo, Rowan Williams, caracterizado por su progresismo, no ha podido ocultar cierto enfado porque el Vaticano no sólo no le haya consultado sobre sus planes, sino que se haya limitado a darle aviso con antelación de apenas dos semanas previa a la presentación que hiciera el cardenal Levada.
Lo anterior, además de ser signo claro del ecumenismo de Benedicto XVI, como he dicho, vislumbra algunas consecuencias:
- Un mayor equilibrio entre anglicanos y católicos en el Reino Unido, donde hay 25 millones de anglicanos y cinco millones de católicos.
- Un debilitamiento del número de fieles anglicanos, que suman 77 millones en todo el mundo, y especialmente de sacerdotes.
- Apertura para más ordenaciones episcopales de mujeres en la moderna iglesia anglicana, ya sin consideraciones hacia la iglesia de Roma.
- Aceptación en la iglesia católica de sacerdotes casados, aunque los obispos anglicanos que se acojan a la nueva estructura no serán reconocidos como obispos y los sacerdotes anglicanos que entren en ella siendo solteros no podrán casarse posteriormente.
El paso de anglicanos a la iglesia romana no es nuevo. En 1845 tuvo lugar la conversión del pastor John Henry Newman, a quien el Papa León XIII creó cardenal en 1879 y quien pudiera ser beatificado en breve, pues su causa se encuentra muy avanzada, lo que le permitiría ser el primer Santo católico en el Reino Unido, procedente del anglicanismo.
La adhesión más reciente a la Iglesia es la de Tony Blair, ex primer ministro británico, quien acudió en 2007 ante el Papa para anunciar su conversión a la Fe.