1. Para saber
Hace pocos días Benedicto XVI, al recibir a varios obispos de Latinoamérica, señaló que si la Iglesia se convierte en una Iglesia misionera, superará sus problemas.
La meta, señaló el Santo Padre, debe ser que "cada fiel aspire a la santidad tratando personalmente con el Señor Jesús, amándolo con perseverancia y conformando la propia vida con los criterios evangélicos, de modo que se creen comunidades eclesiales de intensa vida cristiana".
Más adelante explicó el pontífice, que una Iglesia en misión relativiza sus problemas internos y mira con esperanza e ilusión al porvenir…El espíritu misionero no es por temor al futuro, sino porque la Iglesia es una realidad dinámica y el verdadero discípulo de Jesucristo goza transmitiendo gratuitamente a otros su divina Palabra y compartiendo con ellos el amor que brota de su costado abierto en la cruz.
Las metas señaladas por el Papa, la santidad y participar en la Iglesia misionera, son muy altas, y tal vez parecieran inalcanzables. Para ello puede servirnos el relato sobre cierto aviador.
2. Para pensar
Es una historia contado por el escritor español Alfonso Aguiló sobre un piloto llamado Chuck Yeager, quien inició la era de los vuelos supersónicos en 1947, cuando rompió la famosa barrera del sonido.
Por aquel entonces, bastantes investigadores aseguraban disponer de datos científicos por los que era imposible superar la barrera del sonido. Otros decían que cuando un avión alcanzara esa velocidad, de Mach 1, sufriría tal impacto en su fuselaje que reventaría. Tampoco faltaron quienes aventuraban posibles saltos hacia atrás en el tiempo y algunos otros efectos sorprendentes e impredecibles.
El caso es que aquel histórico día 14 de octubre de 1947, Yeager alcanzó con su avión Bell Aviation X-1 la velocidad de 1126 kilómetros por hora (Mach 1.06). Hubo dudas sobre si verdaderamente había superado esa velocidad, pero unas semanas después alcanzó Mach 1.35, y más tarde llegó hasta Mach 2.44, con lo que el mito de aquella barrera impenetrable salto hecho pedazos.
Yeager escribió: "Aquel día de 1947, cuanto más rápido iba, más suave se hacía el vuelo… ¡Parecía un sueño! Me encontraba volando a una velocidad supersónica y aquello iba tan suave que mi abuela hubiese podido ir sentada allí detrás tomándose una limonada".
"Fue entonces cuando comprendí que la verdadera barrera no estaba en el sonido, ni en el cielo, sino en nuestra cabeza, en nuestro desconocimiento".
3) Para vivir
En la vida diaria puede sucedernos algo parecido. En nuestra cabeza se levantan muchas barreras para nuestra mejora personal, para nuestra santidad o para llevar el mensaje cristiano a nuestro alrededor: defectos, limitaciones, circunstancias exteriores, etc. Quizá nos parecen murallas imposibles de superar. Sin embargo, muchas veces no es tan difícil superarlas.
Finalizando, el Papa apuntaba la razón para lograr las metas: "Cuando la belleza y la verdad de Cristo conquistan nuestros corazones, experimentamos la alegría de ser sus discípulos y asumimos de modo convencido la misión de proclamar su mensaje redentor".