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Aborto. Que doblen las campanas

Aborto. Que doblen las campanas

Recientemente ha sido noticia la crueldad de clínicas abortistas de Barcelona y Madrid. Que la protección de la vida humana es una exigencia de nuestro ordenamiento jurídico, es una realidad, pero sólo en el papel. Hoy, se mata a infinidad de niños en los "abortorios", que no clínicas, pues nada curan. Única condición: que no estén inscritos en el Registro. Al niño lo envenenan con sobredosis de digoxina para que nazca muerto, o bien le practican a la madre una mini cesárea o le administran prostaglandinas para inducirla al parto. El bebé vivo va al cubo de residuos sanitarios y, cuando ya ha muerto de inanición, a la basura. Si muere envenenado antes de nacer, pasa a la trituradora y, de aquí, al desagüe hecho una pasta. Otros van al laboratorio para hacer con su cuerpecito despiezado, productos de cosmética o alquitrán. ¿Es eso humano? ¿Es eso progresista? Si eso es progresista, yo me enorgullezco de ser conservadora.

¿Es factor de progreso la muerte? El progreso es crecimiento, esperanza, y se da sólo en la vida. El aborto es señal de egoísmo, ambición, confusión, impiedad, barbarie. Quienes lo practican o lo aprueban son enemigos de la Humanidad. En el abortista, por mucho que presuma en su ignorancia o inmoralidad, se cumplen las palabras de Hobbes: "El hombre es un lobo para el hombre".Al ser humano se le trata como si fuera una cosa, peor que a un animal, al igual que hacían los nazis a mediados de siglo, aunque éstos respetaron siempre al nonato (también respetaron la familia). El aborto, todo aborto y en cualquier fase, es el horror mayor, el espanto supremo. No hay palabras en ningún idioma capaz de reflejar la maldad del aborto. No me extraña que haya habido madres sensatas y heroicas que hayan preferido morir, a enfrentar a su hijo a esa muerte cruel.

¿Protege el poder político a los niños nonatos? Gravísimo: el poder político en España ha hecho dejación de deberes. Como se ha visto, no ha habido inspecciones en los "abortorios", y allí cualquier madre embarazada y en cualquier momento de la gestación ha podido abortar. Y ahora, ¿se atreverán a inspeccionar todas las clínicas? ¿Temen tener que cerrarlas todas o casi todas por incumplimiento de la ley o porque con su aplicación estricta apenas tendrían clientes? Ya no se trata de despenalización del delito de aborto en casos límite, sino de laxitud ante el incumplimiento del deber que tiene todo hombre de respetar la vida humana. ¿No nos merecemos un suspenso en el respeto de los derechos humanos? ¿Por qué se creó una ley de aborto como si no bastaran los atenuantes de la ley general para los casos límite? Seamos sinceros: se trataba de tener una excusa para crear una cultura de la muerte y disminuir la población (oficialmente, dos millones de personas faltan a nuestras mesas desde 1985, cuando se aprobó la ley injusta del aborto, y ninguno sobraba).

Los abortistas se autodenominan progresistas o modernos, y matan a bebés incluso a punto de nacer o viables. Los matan sin mirarles el rostro, no sea que la compasión aflore a sus pechos. Matan tras el vientre materno, a semejanza de Hamlet, el del drama de Shakespeare, que asesinó a Polonio tras una cortina. ¿No es eso hipocresía? –"Nunca los he mirado, nunca"–, respondía una doctora abortista a un médico que la interrogaba. Sí, la ley del aborto es cainita e hipócrita.

Dan ganas de llorar ante tanto niño muerto sacrificado en el inicio de su vida, ante tanto terror proveniente de duras entrañas sedientas de dinero, de gloria vana o de votos. No podemos aguantar: que doblen las campanas ante tanta injusticia, que los católicos hagan misas de expiación, que tanto horror clama al Cielo. Gracias a la Iglesia española por la Concentración por la familia, santuario de la vida. ¿No deberá haber más concentraciones por la vida en todas las ciudades y pueblos para defender al niño no nacido? Llevaba razón el filósofo y escritor Julián Marías, Premio Príncipe de Asturias, al decir que la aceptación social del aborto, junto con el terrorismo organizado y la difusión de la droga, "es lo más grave ocurrido en nuestra época".

josefarromo@gmail.com