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Reflexión

Asterisco, asterisco

Un amigo mío, alérgico a los contestadores automáticos, cuando al llamar por teléfono saltaba una de estas sofisticadas máquinas convertidas en recepcionistas improvisadas, exclamaba (después de la señal, ¡claro!) con impotente desesperación:

“¡¿No habrá por ahí algún ser humano?!”

Y su grito caía en el vacío virtual más inexorable.

Insinuaciones calumniosas

La calumnia contra personas o grupos puede ser castigada penalmente en muchos países. Existen leyes que tutelan la buena fama de las personas y que limitan, justamente, el derecho a la libertad de expresión de forma que no pueda ser usado (abusivamente) para calumniar a inocentes.
Pero quien hace la ley, hace la trampa. O, dicho de modo más preciso, quien conoce la ley sabe cómo violarla con guante blanco para eludir procesos y castigos.

Eso ocurre con las insinuaciones calumniosas, muy presentes en la prensa, en blogs, en comentarios de Internet.

Promesas incumplidas, promesas vividas

Si prometo algo malo no estoy obligado a cumplirlo. Simplemente, me equivoqué, o me dejé llevar por la pasión, o quise parecer seguro para ganarme la confianza de otros, o estaba convencido de que era bueno lo que en realidad no lo era. Por lo mismo, tengo la obligación de arrepentirme, de reconocer mi error, de cambiar de ruta, de romper con esa mala promesa.
Pero si prometo algo bueno, algo justo, algo que merece ser respetado, ¿por qué tengo que cumplir lo prometido? La respuesta puede parecer fácil: porque lo prometí, pero sobre todo porque prometí algo bueno.