Plinio Corrêa de Oliveira
Creo que hay mucha gente, pero mucha, que tiene la siguiente filosofía de la existencia: “Sólo es agradable la diversión. Sólo es realmente agradable divertirse”. De manera que, en la vida, la única forma posible de alegría radica en la diversión y, por lo tanto, cuanto más se divierta alguien más feliz será. La fuente de la felicidad está, pues, en la diversión.
Pero, ¿qué es lo que este tipo de gente entiende por diversión? Ver la televisión, viajar, ir al cine
La verdadera felicidad no consiste en la tensión absoluta, ni en la estabilidad absoluta, sino el armonía entre ambas cosas’.
Hemos sido habituados a la idea de que sólo en las sensaciones -en Brasil diríamos en la “torcida”- se encuentra la felicidad. La palabra “torcida” es tomada aquí como sinónimo de agitación, de frenesí. ‘Cuando no se tiene esto en la vida, la persona se juzga infeliz. De hecho, es un infeliz, pero por otra razón: por haber perdido la noción de la verdadera felicidad’.
El hombre no debe contentarse con un objeto que preste malos servicios a su alma o a su cuerpo
Los estilos artísticos no son la producción de un equipo de artistas, sino que son la obra de una sociedad entera. Los artistas no son propiamente los creadores del estilo en uso en una sociedad, sino sus intérpretes, sus propulsores en la línea en que se va desarrollando la propia mentalidad social.
Nuestra época se avergüenza de la vejez. Este sentimiento está tan radicado que, incluso lo que se relaciona de lejos con ella, desagrada.
Así, en la medida de lo posible, se evita hasta parecer tener edad madura. Todo el mundo quiere parecer joven. Y no son raros los que buscan parecer jovencitos
En estas afirmaciones no hay ninguna exageración. Basta que cada uno mire en torno de sí, y quizá hacia sí mismo.
Así como el agua verdaderamente pura no nace en los valles sombríos sino que , saliendo de lo más profundo de las entrañas de la tierra, se eleva hasta las cumbres de los montes, de donde brota en arroyos cristalinos; así también la verdadera caridad no es el sentimiento que tiene su origen en las afecciones naturales, transitorias y caprichosas de los hombres entre sí, sino en el amor que, saliendo de lo más profundo del corazón humano, se eleva hasta Dios, y desde allá, como de una vertiente limpia y cristalina en lo alto de una montaña, desciende sobre todas las criaturas.
Sin duda, en Brasil, tan peligrosamente afectado por la expansión del SIDA, el factor moral es preponderante para evitar ese terrible mal.
En efecto, es conocido que el principal foco de contagio de esa enfermedad está en los ambientes homosexuales. Pero también los bisexuales contagian el SIDA, y esto no sólo en las relaciones con el propio sexo, sino también con el sexo opuesto. También hay drogadictos que contraen la enfermedad a través de jeringas contaminadas.