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pecados

Pecado y misericordia

Pecado y misericordia

No es fácil reconocer que hemos “pecado”, que hemos ofendido a Dios, al prójimo, a nosotros mismos.

No es fácil especialmente en el mundo moderno, dominado por la ciencia, el racionalismo, las corrientes psicológicas, las “espiritualidades” tipo New Age. Un mundo en el que queda muy poco espacio para Dios, y casi nada para el pecado.

Pecado

Un niño coge entre sus manos un diamante. Sus papás sonríen. Tras la lluvia de reflejos del cristal se esconde un regalo precioso, fruto de muchos años de trabajo. El niño se acerca a unas brasas, deposita el precioso objeto, y... en pocos instantes se pierden, en los aires de la casa, unos cuantos miles de dólares...

Si no fuera pecado, ¿lo haría?

Si no fuera pecado, ¿lo haría?

Una “buena tentación” es aquella que repite una y otra vez: “si me sigues, si cedes sólo por esta vez, si dejas el rigorismo, si te permites este pecadillo, ganarás mucho y perderás muy poco”. Ganar mucho dinero con una trampilla, o lograr un rato de diversión pecaminosa después de una semana de tensiones en el trabajo o en la familia, o conseguir un buen contrato a base de calumniar a un amigo, o...

Romper las cadenas del pecado

El pecado narcotiza. No resulta fácil luchar contra la tentación. Resulta muy fácil abrir, poco a poco, la puerta al pecado, pactar con el mal, rendirse a lo que pide la carne, el demonio, el mundo.

Pecados de egoísmo y de pereza, pecados de avaricia y de lujuria, pecados de deslealtad y de injusticia. El corazón tiene tantas grietas, tantas debilidades, tantos deseos innobles.

El pecado ante el Amor

El pecado pone al vivo la relación que existe entre Dios y los hombres. Existe pecado porque hay un Dios que sueña y que piensa en un mundo bueno y hermoso, dotado de bellezas magníficas, nacido de un Amor eterno.

En ese mundo viven y mueren creaturas libres... Libres, tan libres que pueden decir no al proyecto de Amor, que pueden rechazar al mismo Dios.

El mayor mal, el pecado

El mal más profundo, más destructor, más nefasto, más dañino que pueda afectar a un ser humano es el pecado.

No resulta fácil descubrir esta verdad en el mundo moderno. Si no tenemos una idea clara de quién es Dios; si no comprendemos la vocación profunda del hombre al amor; si no sentimos lo hermoso que es vivir como amigos de Cristo; si no aceptamos que somos seres espirituales y que nuestro destino eterno es el cielo... entonces el pecado no resulta un mal: simplemente no existe.

¿Qué es el pecado? El pecado que no se perdona

¿Qué es el pecado?

El pecado que no se perdona

1) Para saber

En un palacio muy antiguo, de la Edad Media, que existe al norte de Italia, hay una barra de plata incrustada en un muro. Los turistas suelen preguntar para qué querrían los antiguos pobladores esa barra. El guardia que cuida el palacio gustoso explica siempre su existencia: “Es una barra que mide un metro exacto, y a ella venían los ciudadanos para verificar que el tejido o tela comprados tenía la medida justa. Así se evitaban inútiles discusiones sobre quien tenía la razón”.

Indulgencias

Otro signo característico, muy conocido entre los fieles, es la «indulgencia», que es uno de los elementos constitutivos del Jubileo. En ella se manifiesta la plenitud de la misericordia del Padre, que sale al encuentro de todos con su amor, manifestado en primer lugar con el perdón de las culpas. (IM10). 

Vaciar el Purgatorio

Vaciar el Purgatorio

     Con el inicio del Año Paulino, la propuesta del Papa Benedicto XVI que va del 28 de junio de 2008 al 29 de junio de 2009 para conmemorar el bimilenario del nacimiento de San Pablo, ha comenzado también la gran oportunidad de obtener la Indulgencia Plenaria para el perdón de todos los pecados y para la remisión total de las culpas.

Guía práctica para la confesión

 La confesión frecuente ayuda a afianzar la experiencia de la propia impotencia en el orden sobrenatural y a confiar plenamente en la gracia de Dios nuestro Señor.

EL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN

No hay pecado que no pueda ser perdonado si nos acercamos a la misericordia de Dios con un corazón contrito y humillado. Ningún mal es más poderoso que la misericordia de Dios.