GAMA - Virtudes y Valores
Una obra de arte, por ejemplo una pintura, puede ser apreciada y valorada desde diferentes puntos de vista. Si nos encontráramos delante de la “Mona Lisa”, ese famoso cuadro de Leonardo Da Vinci donde aparece una enigmática mujer sonriente, ¿qué nos dirían de ella un decorador, un historiador, un arqueólogo, un coleccionista o un poeta?
Se llama Francisco Jiménez Anaya pero sus amigos y familiares le dicen, cariñosamente, “Panchito”. Él, quién no, ha tenido muchos sueños en la vida. Sueños los hay de todos los tipos, pero el que “Panchito” guardaba con tanta ilusión era uno verdaderamente transformante y noble: ser sacerdote.
En junio de 2005 fue ordenado diácono y se estaba preparando para recibir el ministerio presbiteral cuando le detectaron cáncer terminal, lo que le llevó a pensar que no cumpliría el sueño de toda la vida.
Suena a lo lejos la primera campanada, el primer disparo, las primeras pólvoras. Se suceden once tañidos más como despidiendo al pasado y abrazando el futuro. Es 31 de diciembre. Son las doce de la noche. Llegó el año nuevo. Por todas las latitudes de la tierra corren estallidos de alegría; en las calles se divisan ojos vivos, llenos de gozo. Los abrazos se multiplican, los corchos de las sidras salen disparados como queriendo compartir el júbilo; se entonan canciones, brotan las lágrimas…
¿Es la pobreza una virtud? Si así es, ¡cuántos miles de seres humanos vagan por el mundo viviéndola sin saberse virtuosos! No, no es esa pobreza la que hace, sin más, a las personas virtuosas. Y esta afirmación ¿no es ir contra de aquellas palabras del Maestro: “Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de los Cielos” (Lc 6, 20)?
Para la mentalidad del pueblo judío, las viudas y los huérfanos eran la imagen de la soledad y el desamparo. Tras la muerte del marido las viudas no heredaban y, en caso de no haber tenido hijos, debían regresar a la casa paterna: del sometimiento al difunto marido retornaban a la obediencia hacia el padre o hacia el hermano mayor.
“He aquí que vengo para hacer, oh Dios, tu voluntad” (Hb 10, 9). Nada más repugna al hombre de nuestro tiempo que cumplir una voluntad que no sea la propia. En el fondo subyace esa actitud tan actual de rechazo a todo aquello que frene “la libertad”. En definitiva: que obedecer no está de moda.
Deseas recibir trabajos de análisis, artículos de fondo, opinión y reflexiones sobre temas de actualidad? Recibe el servicio semanal de Gama. Para solicitarlo envía un mensaje a equipogama@arcol.org
¿Deseas estar informado sobre las actividades semanales del Papa? Recibe Antorcha, el servicio de resumen semanal de las actividades del Santo Padre. Solicita suscripción aquí.
“Hoy por hoy, al referirse o al escuchar hablar de la castidad pareciera hacerse alusión a una de esas virtudes destinadas a la extinción. Apenas se escucha la palabra “castidad” y parece sonar, para una gran mayoría, a residuo de tiempos pretéritos vivida por algunos que no acaban de adaptarse a los tiempos que corren. Sí, la castidad está a la baja, pero no es la fama lo que le confiere valor a la virtud.
Una bomba atómica se estaba creando a inicios del primer milenio. Era un arma poderosa y de gran alcance. Su inventor fue Roberto, el ensamblador Alberico, el detonador Esteban Harding.
Pero lo que la distingue con las bombas modernas, es que de ésta podemos hallar el instructivo para saber cómo fue hecha. Se encuentra en la novela Tres Monjes Rebeldes , escrita por M. Raymond. En ella se relata la fundación de la orden Cisterciense, ¡una verdadera bomba expansiva, de cuyos efectos seguimos beneficiándonos!