En la vida del miembro del Movimiento, la abnegación se expresa en el
cultivo de una voluntad firme, contra las veleidades de los
sentimientos y las emociones, en el dominio y temple del carácter, en
el control de las reacciones emotivas desordenadas, en la renuncia a
aquello que impide la donación del hombre a Dios y a los demás,
renuncia que unas veces es necesaria, porque se identifica con la
renuncia al pecado, y otras veces puede ser muy conveniente, según las
inspiraciones del Espíritu Santo, para la purificación y el
perfeccionamiento de la vida personal o para la armonía de las
relaciones con los demás.