Hemos
de estar personalmente convencidos y ser prisioneros de la misión. Ser
hombres de mensaje, hombres de garra. Que no se nos escape un minuto
sin dar a Cristo: en casa, en la universidad, con los amigos, en los
viajes... No hacer distinciones impropias de un apóstol, propias más
bien de un mercenario: "Ahora es tiempo de actividad apostólica y
después de jugar, de comer, de charlar..." No; sea que comáis, sea que
durmáis, sea que estudiéis, hacedlo todo por Dios, por la misión.