ser otro cristo
Ser otro Cristo en este mundo
es la tarea más bella y fascinante.
Pero provoca miedo.
Todos sienten lo mismo.
Hay que salir a las calles
a perdonar a los hombres
en nombre de Cristo,
a celebrar la Eucaristía
en nombre del Redentor,
y, por la noche, desde un rincón
arrodillarme y suplicar,
como el publicano,
que tenga piedad de mi.