El
reconocer las propias limitaciones no significa pactar con ellas, sino
que más bien exige construir una vida a partir de ellas. El santo no es
el que ha recibido de Dios más talentos, sino el que los administra
bien, como vemos en el Evangelio. Y Jesucristo alaba por igual al
siervo que ha sabido trabajar los cinco talentos como al que tuvo diez.
Por
tanto, su postura debe ser otra: amar a Cristo como es, luchar por
crecer en lo que usted debe crecer, hacer germinar esa semilla que Dios
ha depositado en usted al crearla. Ponga su seguridad en Cristo y no en
sí misma; ya verá cómo vive con más alegría y entusiasmo.