Respecto
a esa lucha difícil y ardua contra la sensualidad y la soberbia, he de
decirte que me parece muy natural. Cuando las almas se acercan a Dios y
comienzan a descubrir con mayor claridad su miseria y sus defectos,
esto es un factor altamente positivo, pues permite al hombre llegar a
una grande purificación interior. El problema, por el contrario, de la
mayoría de las personas radica en creerse buenas, en no ver sus
defectos, hasta el punto de que se creen justas, santas y, sin embargo,
si la luz de Dios alumbrara por un instante su alma, se verían
manchadas, sucias. Por eso, no te desanimes. Dios te está haciendo
entender tus defectos y te está haciendo sentir esta lucha para que te
purifiques y seas santo.
Por
otra parte, la sensualidad y la soberbia son dos fuerzas que mantienen
una lucha perenne con la gracia en el interior de los hombres. Nunca
desaparecerán, pero sí es posible que las dominemos. Estas dos
tendencias saltan en cualquier momento; nos cogen desprevenidos; a
veces nos hacen caer, pero no hay que desanimarse. Basta ser humildes,
pedir perdón, y Dios nos mirará complacido, porque el reconocer nuestra
miseria es signo de que reconocemos su grandeza.