Cuando
uno llega a identificarse con la propia y eterna misión, cuando uno
llega a ser lo que profesa, se supera la dualidad engendradora de
inestabilidad, insatisfacción, complejos, frustración, tan perniciosa
para cualquier camino humano, máxime para un camino como el nuestro. De
esta identificación entre el ser y el aparecer nace la firmeza, la
serenidad, la autenticidad, el ímpetu juvenil y arrollador de las vidas
con ideal, y es para cada uno venero que mana alegría y satisfacción.