Juego de florecitas
Yo también, como mi fundador,
descubrí en una callecita de mi pueblo
el llamado de Dios,
con un juego de florecitas.
No fueron dos religiosas,
sino otro niño, algo más grande, que nos enseñó
la parábola de las almas que se van al cielo.
Han transcurrido treinta y cinco años
desde aquella fecha.
Las florecitas han ido apareciendo
a lo largo del camino de mi vida,
y espero que al menos algunas
hayan tomado la senda del cielo,
como las florecitas aquellas.