Jesús y maría
En mi casa viven,
a un paso de mi cuarto.
No cuesta gran cosa visitarles un minuto,
en la capilla,
darles los buenos días,
pedirles una misericordia para la jornada.
Esas alegres visitas,
esos pequeños momentos,
robados a mi apretada agenda,
han inyectado vigor y esperanza
a mi alma triste,
me han devuelto la paz,
la paz de mis días,
la paz de mis noches.