¿Qué sería nuestra vida sin el estímulo de estas dificultades? ¿Qué le ofreceríamos a Dios si no tuviésemos algo que no costase?
Por
esto, dele gracias a Dios por las cruces que ha puesto en su camino, y
una vez que haya hecho esto, en vez de pedirle que le quite de enfrente
la montaña, pídale fuerzas para caminarla, y así conquistarse a usted
mismo para su ideal. Arriba de la montaña, siempre encontrará a Cristo.
Que
las dificultades, en vez de postrarlo, sean una fuente continua de
superación; que sean metas constantes que usted le vaya poniendo a
Dios, como la conquista programada de sí mismo. Verá cómo de esta
manera cualquier dificultad le será pequeña y al final terminará como
san Pablo, deseando padecer y disolverse por Cristo, y nada será capaz
de separarlo del amor de Él.