Por
nada permita que en su espíritu haga presa el desaliento, que es el
enemigo traidor que conduce a la deserción, a la cobardía, a la
dejadez, a la inacción. Puede venir el fracaso, la tentación puede
acosarle, la aridez puede envolver su espíritu, las faltas pueden
entristecerle, las dudas pueden asaltarle, las circunstancias
impacientarle; pero si usted acepta dolorosa pero sinceramente sus
limitaciones y se apoya humilde y confiadamente en Dios, nada de esto
podrá arrebatarle del amor a Cristo ni separarle de la lucha, del
esfuerzo, de la constancia en su ascensión a la santidad.