Resignación perfecta
Señor, no sé que será de mí este día,
pero estoy cierto de que nada puede sucederme
que tú no hayas visto, decretado y ordenado
desde toda la eternidad.
Eso es suficiente para mí.
Adoro tus impenetrables y eternos designios,
a los que me someto con todo el corazón.
Los deseo y los acepto todos, y uno mi sacrificio,
al de Jesucristo, mi Divino Salvador.
Pido en su nombre y por sus infinitos méritos,
paciencia si soy juzgado, y perfecta y
entera sumisión a todo lo que me sucede,
porque sé que es tu voluntad.
Amén.