Te confiamos nuestros seres queridos a Ti Señor, sabiendo
que a tus fieles Tú no les quitas la vida sino que la transformas,
y en el mismo momento en que es destruidas
la morada de este exilio nuestro en la tierra,
Te preocupas de preparar una eterna e inmortal en el Paraíso.
¡Padre Santo, Señor del cielo y de la tierra,
escucha el grito de dolor y de esperanza,
que se eleva de esta comunidad duramente probada por el terremoto!
Es el grito silencioso de la sangre de madres, de padres, de jóvenes
y también de pequeños inocentes que sube de esta tierra.
Han sido arrancados del afecto de sus seres queridos,
acógelos a todos en tu paz, Señor, que eres el Dios-con-nosotros,
el Amor capaz de dar la vida sin fin.
Te necesitamos a Ti y a Tu fuerza,
porque nos sentimos pequeños y frágiles frente a la muerte;
Te pedimos, ayúdanos, porque solamente Tu apoyo
puede hacernos volver a levantar e inducirnos a retomar juntos,
cogiéndonos confiados uno a otro de la mano, el camino de la vida.
Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Salvador,
en el que brilla la esperanza de la feliz resurrección. ¡Amén!