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La Esencia de la Devoción al Señor de la Misericordia

La Esencia de la Devoción al Señor de la Misericordia

Debemos confiar en la Misericordia del Señor. Jesús, por medio de Sor Faustina nos dice: Deseo conceder gracias inimaginables a las almas que confían en mi misericordia (687). Que se acerquen a ese mar de misericordia con gran confianza. Los pecadores obtendrán la justificación y los justos serán fortalecidos en el bien. Al que haya depositado su confianza en mi misericordia, en la hora de la muerte le colmaré el alma con mi paz divina (1520).
La confianza es la esencia, el alma de esta devoción y a la vez la condición para recibir gracias. Las gracias de mi misericordia se toman con un solo recipiente y este es la confianza. Cuanto más confíe un alma, tanto más recibirá. Las almas que confían sin límites son mi gran consuelo y sobre ellas derramo todos los tesoros de mis gracias. Me alegro de que pidan mucho porque mi deseo es dar mucho, muchísimo (1578). El alma que confía en mi misericordia es la más feliz, porque yo mismo tengo cuidado de ella (1273). Ningún alma que ha invocado mi misericordia ha quedado decepcionada ni ha sentido confusión. Me complazco particularmente en el alma que confía en mi bondad (1541).

La misericordia define nuestra actitud ante cada persona. El Señor Jesús dijo a Sor Faustina: Exijo de ti obras de misericordia que deben surgir del amor hacia mí. Debes mostrar misericordia siempre y en todas partes. No puedes dejar de hacerlo ni excusarte ni justificarte. Te doy tres formar de ejercer misericordia: la primera - es la acción, la segunda - la palabra, y la tercera - la oración. En estas tres formas se encierra la plenitud de la misericordia y es un testimonio indefectible del amor hacia mí. De este modo el alma alaba y adora mi misericordia (742).

La actitud del amor activo hacia el prójimo es otra condición para recibir gracias. Si el alma no practica la misericordia de alguna manera no conseguirá mi misericordia en el día del juicio. Oh, si las almas supieran acumular los tesoros eternos, no serían juzgadas, porque la misericordia anticiparía mi juicio (1317).

El Señor Jesús desea que sus devotos hagan por lo menos una obra de misericordia al día. Debes saber, hija mía que mi Corazón es la misericordia misma. De este mar de misericordia las gracias se derraman sobre todo el mundo (...) Deseo que tu corazón sea la sede de mi misericordia. Deseo que esta misericordia se derrame sobre todo el mundo a través de tu corazón. Cualquiera que se acerque a ti, no puede marcharse sin confiar en esta misericordia mía que tanto deseo para las almas (1777).