Dar de comer al hambriento
Por bondad de Dios tengo comida, tengo vestido, tengo casa. Si además mi corazón es agradecido, si me dejo guiar por la gracia de Dios, sabré compartir lo que he recibido, tendré la generosidad suficiente para dar de comer al hambriento.
En ese gesto sencillo, solidario, justo, lo importante no es lo que yo hago. Lo importante es que el otro reciba ayuda. Porque su mirada pide algo de comer, porque su corazón espera una mano amiga, porque su cuerpo está débil y enfermizo.