En verdad, en verdad os digo que lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará. Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo. 21 La mujer, cuando va a dar a luz, está triste, porque le ha llegado su hora; pero cuando ha dado a luz al niño, ya no se acuerda del aprieto por el gozo de que ha nacido un hombre en el mundo. 22 También vosotros estáis tristes ahora, pero volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y vuestra alegría nadie os la podrá quitar. 23 Aquel día no me preguntaréis nada.
Reflexión
El primer parto es una auténtica aventura. No sólo para la esposa, sino también para el esposo, que comparte los dolores y las angustias de su mujer. Pero cuando ya nació el niño, ¡todo se olvida! Valieron la pena los meses de embarazo, los mareos, los "antojos", las ansiedades. Ahora vive entre los padres un nuevo niño: todo cambia, todo es ilusión y esperanza.
Algo así pasa con la vida cristiana. Hay momentos de oscuridad, de prueba, de dolor. De repente, se abre una rendija de esperanza, el corazón percibe el abrazo húmedo y tibio de Dios, y siente un vuelco. La enfermedad, la traición, la pérdida del trabajo, la muerte de un ser querido, adquieren una nueva luz, una nueva dimensión. Todo se recupera en Dios, y de modo nuevo, con más paz y con una alegría profunda.
Si Cristo resucitó, también nosotros creemos y esperamos. Aunque haya dificultades, algún día comprenderemos. Quizá habrá que esperar al momento de la muerte, y, tras cruzar la frontera, sentiremos una alegría que nadie nos podrá quitar.