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Violencia doméstica y aborto

Violencia doméstica y aborto

A nivel nacional e internacional se organizan numerosas campañas que buscan defender a la mujer de cualquier tipo de agresión, física, laboral, psicológica.

En esas campañas se pretende eliminar mentalidades “machistas” que imponen a las mujeres la voluntad de los hombres, muchas veces a través de humillaciones o de violencias sin sentido.

Hay que eliminar cualquier signo de esa mentalidad discriminatoria. Ninguna mujer puede ser humillada, presionada, amenazada, mucho menos golpeada o asesinada, para quedar subyugada al poder de hombres llenos de una mentalidad agresiva basada en la ley del más fuerte.

Estas campañas han logrado ya resultados interesantes, pero todavía insuficientes. En algunos países, como es el caso de una ley aprobada en España en el año 2004, se ha llegado incluso a prever fuertes sanciones por la violencia que, en la vida familiar, pueda ejercer el hombre sobre la mujer (esposa o hija). Es decir, para evitar la violencia doméstica.

Estas campañas (nacionales o internacionales), sin embargo, serían incompletas e injustas si dejasen de lado una forma de violencia doméstica que hasta ahora ha quedado algo en el olvido: la que se comete a través de abortos que buscan de modo consciente y directo eliminar a los embriones o fetos femeninos, para conseguir, por ejemplo, el nacimiento de hijos varones.

Esta forma de “abortos selectivos” supone una injusticia sumamente grave, no sólo contra la mujer que sufre presión (o que escoge, por motivos autocontradictorios) para eliminar a la propia hija no nacida, sino contra toda la sociedad, que se siente herida en uno de los valores más preciosos de la convivencia pública: el respeto y amor hacia la propia descendencia.

Existe, sin embargo, un germen nocivo que puede poner trabas a las campañas para eliminar los abortos contra las mujeres. Algunos creen que una vez que se empiece a defender a los embriones femeninos, otros muchos se darán cuenta de que también existe un deber de defender a los embriones varones. Esto significaría un fuerte golpe a los promotores del aborto libre en el mundo, pues entonces no sería justificable cometer un aborto sobre nadie (ni sobre varones ni sobre mujeres).

Un golpe, sin embargo, que conviene asestar, por respeto a todos los embriones (los hijos) que inician a vivir, como hombres o como mujeres, en un planeta que necesita suprimir, con valor y con justicia, cualquier discriminación y cualquier violencia. Sobre todo esa terrible violencia que se comete en cada aborto.

Toda vida humana merece respeto, especialmente en los momentos más importantes, durante los meses de embarazo, cuando cada hijo o cada hija inicia la aventura de la existencia, precisamente en el lugar que debería ser el más protegido de su vida: el útero de su propia madre.