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Usar y tirar

 

Una doble noticia puso al Vaticano de ocho columnas en este pasado fin de semana. La creación de cardenales precedida de una reunión en la que se tocaron temas de primera línea en la actual situación de la iglesia católica, y la filtración de un texto del libro entrevista en el que Benedicto XVI abre según los titulares de los periódicos la iglesia al uso del preservativo en las relaciones sexuales. Ambos temas nos mostraron una de las tendencias más marcadas de la comunicación actual: todo lo que tiene que ver con el sexo, vende primera plana y más si se le pone en el contexto de la iglesia. La verdad es que cuando buceas un poco en ambas notas te das cuenta de que no son tan escandalosas como nos las han anunciado. Aunque no carecen de importancia.

La temática de los abusos sexuales que se trató en la reunión cardenalicia fue sobre todo para destacar los pasos que se buscan implementar a nivel general en la iglesia católica para seguir cuidando un tema tan doloroso y a veces tan mal manejado como el de los abusos del clero respecto a los adolescentes y a los niños. (Que por otro lado ya quisiera yo ver a la ONU haciendo algo semejante a nivel mundial). Así, es de destacar, que sobre este aspecto se esté buscando una actualización respecto al delito de abuso sexual sobre menores en el que se da una mayor responsabilidad a los obispos, primeros responsables de los fieles a ellos confiados, colaborando con las autoridades civiles y comprometiéndose de modo eficaz en la protección de los de los niños y de los jóvenes, así como de una atenta selección y formación de los futuros sacerdotes y religiosos. Como algo concreto, se está llevando a cabo una instrucción a los obispos sobre las líneas fundamentales que se deben seguir para lograr todo esto. Como se ve con claridad, la dirección de la iglesia no está en protegerse a sí misma, sino en proteger a quienes se le ha entregado su cuidado y formación, para que nunca una problemática psicológica o una perversión lleve a dañar a las personas.

Otro tema se ha convertido en calentador de las terminales informativas. Ya desde el sábado, la agencia Zenit entregaba el texto completo, y, por lo tanto, no sacado del contexto en el que aparecen esas palabras del Papa que han dado la vuelta al mundo: Concentrarse sólo en el preservativo quiere decir banalizar la sexualidad y esta banalización representa precisamente el motivo por el que muchas personas ya no ven en la sexualidad la expresión de su amor, sino sólo una especie de droga, que se suministran por su cuenta. Por este motivo, también la lucha contra la banalización de la sexualidad forma parte del gran esfuerzo para que la sexualidad sea valorada positivamente y pueda ejercer su efecto positivo en el ser humano en su totalidad. Puede haber casos justificados singulares, por ejemplo, cuando una prostituta utiliza un preservativo, y éste puede ser el primer paso hacia una moralización, un primer acto de responsabilidad para desarrollar de nuevo la conciencia sobre el hecho de que no todo está permitido y de que no se puede hacer todo lo que se quiere. Sin embargo, este no es el verdadero modo para vencer la infección del VIH. Es verdaderamente necesaria una humanización de la sexualidad.

Creo que las últimas palabras son el verdadero camino de interpretación. Es necesaria una humanización de la sexualidad. No se puede seguir en el camino de instrumentalización de la sexualidad por la que nos está llevando la cultura moderna desde hace casi cincuenta años. Las afirmaciones del Papa no están en desacuerdo con lo que la iglesia lleva diciendo desde Humanae Vitae (la controvertida encíclica de Pablo VI sobre el control de la natalidad) pues justamente deja ver que no todo está permitido y que no se puede hacer todo lo que se quiere. Para terminar afirmando que el preservativo no es el verdadero modo de vencer la infección del VIH. Esto no lo destacarán los periódicos pues no vende tanto como lo otro. Al mal físico del VIH hay que darle una respuesta humana. Esta respuesta humana tendrá que orientarse hacia la plenitud de la persona por medio de la responsabilidad y por medio de la conciencia. En estas pocas líneas, el Papa traza una antropología hermosísima del sentido de la sexualidad humana, que no puede ser nunca una droga que uno se suministra por su cuenta, sino un camino para el encuentro de dos personas, al que se llega por la plenitud interior y por la totalidad de la donación corporal. Todo lo demás es banal, como un preservativo que se usa y se tira.