¿El 18 de diciembre de 2007 la humanidad dio un importante paso a favor de la vida: la aprobación en la Asamblea general de las Naciones Unidas de una moratoria mundial de la pena de muerte.
A los pocos días, Giuliano Ferrara, un famoso periodista italiano, lanzó la idea de promover una moratoria internacional de la “pena de aborto”.
Si muchos hombres y mujeres sienten un dolor profundo ante las ejecuciones de los condenados a muerte; si muchos grupos y asociaciones han promovido con tesón un nuevo paso para que la pena de muerte deje de darse en tantos países del mundo; si las mismas Naciones Unidos han llegado a aprobar una moratoria mundial de la pena de muerte... ¿no llega la hora de defender con mayor energía la vida de millones y millones de hijos que cada año son eliminados en el seno materno?
Trabajar por la vida es posible sólo cuando permitimos que crezca y madure en los corazones y en las conciencias una profunda simpatía, un respeto serio y, sobre todo, un amor sincero, hacia quienes participan en la aventura de la vida humana.
Esa simpatía, ese respeto, ese amor, no sólo nos impulsará a luchar a favor de criminales y delincuentes que necesitan tiempo y ayuda para expiar sus delitos. Nos impulsará, de modo especial, a buscar caminos para que todas las madres necesitadas encuentren apoyo económico y, sobre todo, afectivo, para que nunca deseen eliminar al propio hijo. Nos llevará a trabajar para que los médicos y enfermeras cumplan su bellísima vocación de servidores de la vida y de la salud y eviten la triste tentación de convertirse en profesionales de la muerte. Nos hará valorar a los políticos no según sus bellos discursos sino según un punto muy concreto (entre tantos otros): ver si asumen un compromiso sincero a favor de la maternidad y a favor de la vida de millones de hijos inocentes.
Es urgente promover la cultura de la vida. Esa cultura no se limitará a buscar una moratoria mundial del aborto, sino que trabajará por eliminar aquellas situaciones de injusticia, de pobreza, de desprecio hacia las mujeres o hacia sus hijos, que han provocado la terrible hecatombe del aborto.
Vale la pena iniciar un esfuerzo titánico, unidos a tantos hombres y mujeres de buena voluntad, para que el aborto desaparezca por completo. Así será posible el nacimiento de millones de hijos que ya viven en el seno materno, y que tienen el mismo derecho que tú y que yo de caminar y de trabajar en un mundo que deseamos, para ellos y para nosotros mismos, un poco más justo y más abierto al amor hacia los más pequeños e indefensos.