Permítanme pasarles al costo una frase embriagadoramente romántica: “Sírvanle otra a mi compadre”. Pues bien, ya que entré de lleno al tema de la poesía, me pregunto si ¿sería poético que un hombre dijera a su enamorada que le es intrínseca? Me parece que no, pero, aunque poco romántica, la palabra intrínseco (a) aplicada a quienes se han unido en matrimonio es bastante adecuada.
¿Porqué? Pues por que intrínseco puede significar: Interior, íntimo, esencial, propio, personal, peculiar, privativo, distintivo, característico, específico, especial, taxativo, exclusivo, individual, fundamental, básico, preciso, determinado, concreto, categórico, singular, único, inconfundible… y convertirse en “algo así”, es precisamente a lo que se comprometen los novios cuando se casan.
Me resulta difícil entender que los cónyuges pierdan de vista con tanta facilidad la promesa que se hicieron en el momento de su boda afirmando: “y prometo serte fiel… y amarte y respetarte todos los días de mi vida”, pues en algunas parejas se descubren francas y terribles faltas del respeto, y por lo tanto, del amor que se juraron. ¿Será que amor y respeto se han convertido en palabras mentirosas?
Quizás sea este un buen momento, para hacer un balance y averiguar a cuánto asciende tu saldo de amor en tu matrimonio.
He de confesar que me sentí algo decepcionado cuando supe que los títulos que más se vendieron en la pasada Feria del Libro fueron los que abordan temas de sexualidad, y no por que me resulte negativa esta realidad, a la que considero en los límites de lo humano con lo divino, ya que gracias a la diferenciación de sexos, y su ejercicio, el hombre y la mujer transmiten la vida, junto con Dios, a otros seres humanos.
Es de todos sabido que la sexualidad es una de las pocas cosas que el hombre de hoy se ha propuesto conservar, pues ya no le importa ser culto, ni servir, no cree en la vida del cielo, y en cambio se obsesiona por una felicidad que se confunde con el placer. Y este es el principal error de quienes publican un sinnúmero de obras en las cuales, “encarnan” el amor con tal fuerza, que lo despojan de su realidad espiritual, pasando por alto que el ser humano es alma y cuerpo; cuerpo y alma.
Dicha encarnación va más allá de lo correcto, rayando en la bestialidad, en la búsqueda del gozo personal perdiendo de vista que a través de él se ha de emprender, en cada ocasión, la búsqueda y el encuentro con el tú, hasta hacerlo (a) feliz, porque se le considera un todo, no solamente un cuerpo vacío de ilusiones, de sentimientos y también de penas. Por eso aquellas uniones de hecho dejan de ser un sueño para convertirse en una pesadilla.
Con gracia, y en tono de broma, comentaba una señora a un médico “Viera mi matrimonio, qué chulada, después de 40 años, ni un sí, ni un no, puro: ¿Qué te importa?”. Si esto abandonara el terreno del buen humor para situarse en el terreno de la realidad estaríamos hablando de una situación lamentable: La de tantas mujeres que se sienten simplemente usadas por sus maridos, y se acabó.
Me contaba un amigo sacerdote que al conversar con una pareja de novios durante las amonestaciones les preguntó: ¿Se quieren casar para siempre? Y el novio dijo: Bueno, de momento, sí. Y me pregunto ¿qué habrá detrás de esa forma de pensar? ¿Será que consideraba a su futura mujer como algo interior, íntimo, esencial, propio, personal, peculiar, privativo, distintivo, característico, específico, especial, taxativo, exclusivo, individual, fundamental, básico, preciso, determinado, concreto, categórico, singular, único e inconfundible?
De todas maneras sugiero a los esposos no decirles a sus mujeres algo así como: “me eres intrínseca”. La experiencia demuestra que es mejor decirles: “Te amo”; y demostrárselos.