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Su sueño era matar a su padre

Tim tenía tres sueños: Salir del correccional, convertirse en jefe de una banda y matar a su padre.

 

A los tres años su madre lo ató a un poste eléctrico y se marchó para siempre. Su padre se encargaría de él. Sí, se encargaría de maltratarlo: Cuatro veces le rompió la nariz y, cuando tenía cinco años, le dio una paliza tan fuerte que lo mandó por dos años al hospital. 

 

Durante este período nadie lo visitó en el hospital. Su único consuelo era un papel de regalo que el niño de la cama de a lado había tirado después de una visita. El papel tenía el dibujo de un tren con vagones llenos de juguetes y un oso de peluche.

 

«Lo escondí en los baños del final del pasillo y todos los días me arrastraba hasta allá (no podía andar) para ver mi papel a escondidas; me daba la impresión de que el osito me decía “¡Hola Tim!” y que me daba las buenas noches al final del día. Para mí era la única visita. Ese papel me dio un poco de calor y suscitó en mí el deseo de volver a caminar. Gracias a ese esfuerzo para ver mi papel de regalo, aprendí a andar nuevamente».

 

Al salir del hospital, su familia no quiso hacerse cargo de él. Entró en un orfanato, en donde sufrió el maltrato y el desprecio de las personas encargadas de su cuidado y acabó en un hospital psiquiátrico por un error administrativo. De allí fue a parar a un reformatorio, donde aprendió a pelear y a odiar al mundo entero… Sólo las ganas de matar a su padre le mantuvieron en pie, convertido ya en todo un delincuente de 12 años.

 

«Soñaba que habían metido a mi papá en una lavadora y que llegaba todo nuevo. ¡Tenía tantas ganas de un beso!, o de una mirada, un gesto; pero tristemente nunca llegó... Un día ya no tuve ganas de eso, tuve ganas de vivir para matarlo; y el odio me dio fuerza». Así lo cuenta Tim Guénard en su biografía Más fuerte que el odio.

 

Pero ¿qué fue lo que hizo cambiar esta vida que llegó a ser insensible al dolor y cuya única fuerza era la llama de la venganza? 

 

Su odio lo convirtió en campeón de boxeo, pero un día el Big Boss lo noqueó. Para Tim, el Big Boss es Dios. Tim descubrió el amor en el prójimo: «Para los que no tienen cariño, ver a gente con amor es como mirar ese escaparate donde no se puede comprar. Sin embargo, puedes decir: “Pues yo algún día viviré de otro modo”». Y así comenzó su conversión.

 

A los veintiún años, abandonó su pandilla de compañeros de infierno y se unió a un grupo cristiano. «Ha sido un camino imprevisto en el que encontré a gente que dice en voz alta lo que tú piensas en bajito. […] Esa gente te da ambiciones, incluso sin que tú lo sepas. Por eso la mejor manera de ir en contra del destino es ir al encuentro de los demás; porque te dan ilusiones y te enseñan que la vida tiene otro paisaje».

 

El cambio no fue fácil: «Hoy me siento en forma, y dedico a Dios grandes declaraciones de amor, tomo buenas resoluciones… Y mañana ¡me olvido de todo y vuelvo a caer!». 

 

Pero en sus caídas, el orgullo insumiso, el campeón muy macho, el ombligo del mundo (como él mismo se describe) ya no estará sólo, ahora será sostenido por el abrazo y el amor de muchas personas, aprenderá a ponerse al servicio de los demás, a dejarse amar… Descubrirá la belleza de la amistad, comprobará la eficacia de la oración y acabará casándose con su amada, Martine, teniendo como testigos a Dios y la Virgen María.

 

Actualmente Tim Guénard vive en el sudeste de Francia, cerca de Lourdes, ejerciendo de apicultor. Casado y con cuatro hijos, se dedica a ayudar a los que le necesitan. Acoge en su propia casa a personas sufrientes que necesiten amor. «Es muy importante que esos jóvenes vean que la vida no es una fantasía, que hay otro modo de existir, que cuando uno comete un error puede pedir perdón e intentar no volver a hacerlo».

 

Además de su biografía, la productora española INFINITO + 1 está produciendo un largometraje sobre su vida.

 

Tim derrotó al odio gracias a que descubrió la fuerza del amor; así nos lo dice él: «Quienquiera que seas, cualesquiera que sean tus heridas y tu doloroso pasado, nunca olvides, en tu memoria magullada, que te espera una eternidad de amor, junto al Big Boss».

 

Con datos de Alfa y Omega, 3 de septiembre de 2009