Ibtihamel
Jashem es una niña iraquí que en marzo próximo cumplirá trece años.
Es sorda y muda de nacimiento. Tenía a sus padres y cinco hermanos
pero, tras unos bombardeos, los perdió. Ella misma quedó sepultada bajo
los escombros de la que alguna vez fue su casa. Los muros de las paredes le
trozaron su piernita...
Un
pariente logró sacarla con vida de entre las ruinas pero tuvieron que
amputarle el pie. Ya han pasado casi tres años desde los bombardeos y hoy,
al fin, ha vuelto a sonreír. Actualmente vive en una tienda de campaña
para refugiados. Su mundo es el silencio. Casi nadie le hace caso porque no
habla, pues no puede. Tiene unas muletas que son sus únicos juguetes y
amigas. Es pobre y rica a la vez. Pobre, porque no tiene dinero, a sus papás,
a veces ni qué comer; pero rica, porque se siente afortunada de tener vida
aún.
Hace poco me enteré de que mientras andaba por las calles cercenadas de
Mosul, su ciudad natal, encontró en el suelo un recorte de una revista.
Obviamente no sabe leer pero aquel dicho: «una imagen dice más que mil
palabras», reivindicó vigencia en ella. El recorte mostraba una secuencia
de niñas africanas que mueren de hambre todos los días. Ibtihamel se sintió
triste porque sólo podía compadecerse aunque querría hacer algo más (si
de ella dependiera cedería el raquítico plato de alimento que a veces
recibe). No obstante, dio gracias a Dios porque a pesar de no tener padres,
hermanos; a pesar de ser sordomuda, faltarle un pie y vivir en la miseria,
tiene vida.
A veces creemos que el mundo no nos sonríe, pero sólo hace falta fe y ser
agradecidos. A nosotros se nos abre el horizonte de un año más en nuestras
vidas. ¿No hay una chispa de luz para valorarla?