Cada diciembre nos abruma, más que el calor humano, la publicidad para gastar dinero en lo que sea. Llega a tal grado la fatuidad de la temporada “navideña” que hasta se olvidan de lo que el mundo festeja: el nacimiento del niño Dios en Belem.
Cada vez más, es muy triste constatarlo, la temporada se desliga de su ser para convertirse en periodo de fiestas sin espíritu alguno, de compras y más compras, viajes, vacaciones, descanso y claro, regalos, regalos porque la publicidad abruma: hay que comprar: hay baratas, oportunidades, descuentos ¡crédito!
Tan está ajena la temporada de su esencia para mucha gente, que hasta se olvidan de qué se desea, y así, en vez de feliz Navidad y año nuevo (que es la celebración de la presentación del Niño en el templo), se desean ¡felices fiestas! De acuerdo, pero ¿fiestas de qué?
En realidad no está mal que estemos el mundo de fiesta, pero lo que es inaceptable es ignorar consciente o inconscientemente que se trata de la celebración del nacimiento del Niño Dios, Jesús de Nazaret, no de estar contentos “porque es fin de año” o cenar el 24 y comer juntos el 25 “porque así es”.
Y si estamos de fiesta, tampoco está mal que deseemos felicidad, amor, bienestar, larga vida y muchas cosas buenas más. También es bueno adornar casa y calles, obsequiar regalos, pero no porque “se deba” regalar (para no verse mal, claro), sino porque estamos felices. Los regalos son por festejar el nacimiento de Jesús, y aún se hacen, y es correcto, en su nombre, al menos para los niños.
Es curioso, sin embargo, que la noche previa y el mero día de Navidad, la gente sí se desea ¡feliz Navidad!, aunque en los días anteriores lo hayan olvidado. Todavía queda la duda si en realidad desean felicidad por el nacimiento de Jesús, o es simplemente una frase hueca, aunque se diga de buena fe.
Quienes estamos conscientes de qué se trata la temporada navideña, debemos decirlo, debemos estar no simplemente contentos, sino plenamente llenos de real felicidad por un hecho que revolucionó al mundo, cristiano y no cristiano, que partió la historia en dos y nos trajo el mensaje, el evangelio del amor, de la caridad, de ver por el prójimo (sobre todo el más cercano: la familia).
Convivamos pues, demos felicitaciones, también regalitos, descansemos, busquemos la paz interior y tratemos de vivirla en la convivencia con los cercanos, pero siempre porque estamos de fiesta, de una muy especial: ¡es la celebración de la Natividad del Mesías! Por eso: ¡felices Noche Buena, Navidad y año nuevo!