Benedicto XVI se ha mostrado firme en el tema de la disciplina del clero. Su reacción, ante los casos de conductas desviadas por parte de sacerdotes, ha sido de enérgica condena. Ahora ha tomado una medida para intentar remediar estas situaciones: convoca a un “Año sacerdotal”. ¿Qué es? ¿Qué resultados se esperan?
Iniciado el pasado 19 de junio, y con duración hasta el 11 de junio del año próximo, este “Año sacerdotal” busca promover “la renovación interior de todos los sacerdotes”, para que su testimonio “sea más intenso e incisivo” (Benedicto XVI, Carta del 16.VI.2009).
La ocasión de este evento es el 150 aniversario del fallecimiento de San Juan María Vianney, el famoso “Cura de Ars”. Destaca este santo por su continua lucha interior para adecuar su vida como ministro con la santidad del ministerio que le fue confiado. Por esto, este párroco santo puede servir modelo y como motivación para los sacerdotes de hoy.
Con esta medida, el Papa busca atender la raíz del problema: la crisis de identidad de los presbíteros. La causa de la falta de disciplina del clero tiene su origen en el oscurecimiento del tipo de vida que debe llevar un sacerdote, para vivir a fondo su misión en la Iglesia y en el mundo. Con este año de estudio y oración, el Santo Padre intentará que el sacerdocio católico recupere su fisonomía.
La identidad propia del sacerdote es un desafío para la cultura contemporánea, porque su fundamento no se encuentra en un plano visible: no es natural, sino sobrenatural. La naturaleza propia del sacerdocio consiste en que la identificación del sacerdote con Cristo, para hacer presente las realidades espirituales, en un mundo dominado por una visión materialista y pragmática, donde la moral no es negocio.
Esto es un reto para el ministro mismo, pues su vida se configura de un modo totalmente distinto, mediante la aceptación de una vocación sobrenatural. El sacerdote basa toda su existencia en torno a una premisa: “Dios me ha llamado”. Esto es un escándalo para la razón, pero no para la fe. Por eso, es muy oportuna la convocatoria para que lo sacerdotes puedan reflexionar sobre la vida y la misión que se espera de ellos.
Si esta llamada sobrenatural se opaca, el tenor de vida de un presbítero se vacía de contenido, y aumenta el riesgo de que incurra en conductas inadecuadas: desde buscar ser un líder político, hasta caer en el alcoholismo o en desviaciones sexuales. El remedio para evitar futuros escándalos –que son un gran daño tanto a las víctimas directas y sus familia, como para toda la sociedad– apunta a que los presbíteros enfoquen habitualmente su vida desde la fe.
Cuando un sacerdote pierde la orientación espiritual de su vida, corre el riesgo de perder el sentido de su entrega. En cambio, cuando se mira desde la fe, el sacerdocio es un tesoro maravilloso: hace presente –de verdad– a Jesucristo en la vida de muchas personas. Y esto es lo que Benedicto XVI desea poner de relieve.
Hoy día, quizá por las sombras provocadas por algunos ministros, que se han comportado indignamente, una parte importante de la opinión pública tiende a ver a los clérigos como si fueran unos solterones o amargados. Pero la conducta diaria de muchos sacerdotes manifiesta la alegre ilusión por reflejar los sentimientos de Cristo y su entrega a los pobres, a los ignorantes, a los que sufren. Ojalá este Año sacerdotal ayude a que la figura sacerdotal vuelva a ser vista con ojos de fe, tanto por los ministros como por el resto de los fieles.