Saber vivir la verdadera pobreza
1) Para saber
En ocasiones pasadas acudíamos a la entrevista que le hicieron a monseñor Alejandro Cifres Giménez, un sacerdote que trabajó por varios años con el Cardenal Ratzinger, quien nos hablaba de la humildad del Papa Benedicto XVI. En esa misma entrevista nos descubre otro aspecto del Sumo Pontífice en el que podríamos detenernos hoy: la virtud de la pobreza.
Al pedirle que describiera al Papa, no dudó en afirmar que es un "hombre muy sencillo, abierto, humilde y que vive en la pobreza". Y nos cuenta de su vida algunos detalles de cuando era cardenal: “Fíjese. Como un detalle, no tenía personal a su servicio, ni cocinera ni chofer. Si tenía que viajar, se hacía él mismo las maletas y no tenía inconveniente en viajar en tren o en avión en segunda clase”.
- ¿No tenía chofer?, le preguntan.
- A diferencia de los demás cardenales no tenía personal a su servicio. Hay un anciano chofer que es un viejo empleado del Vaticano que le hace el favor de traerlo de su casa a la Congregación. Al principio, él venía andando y cruzaba por la plaza de San Pedro todos los días, pero la gente lo iba parando para saludarle y hacerse fotografías y casi no podía ni llegar... Como persona, destacaría su profunda religiosidad y simplicidad de vida y pobreza. Su vivienda era un apartamento sencillo al otro lado de la plaza de la ciudad, en un modesto apartamento que no está a la altura de un cardenal. Es muy, muy austero y necesita pocas cosas.”
2) Para pensar
Hay un breve pero bellísimo cuento hindú que nos puede ayudar a pensar sobre el valor y sentido de la virtud de la pobreza.
Se cuenta que un peregrino se quedó a pasar la noche debajo de un árbol en un bosque cercano al pueblo. En la más profunda oscuridad, oyó que alguien le gritaba: -¡La piedra! ¡La piedra!, Despierta y dame la piedra preciosa, peregrino.
El peregrino se levantó, se acercó al hombre que le gritaba y le dijo: -¿Qué piedra quieres, hermano?
-La noche pasada -le dijo el hombre con voz agitada- tuve un sueño en el que se me reveló que si venía aquí esta noche encontraría a un peregrino que me daría una piedra preciosa que me haría rico para siempre.
El peregrino hurgó en su bolsa y le dio la piedra diciendo:
-Efectivamente, hoy encontré en un bosque cerca del río esta piedra muy valiosa. Puedes quedarte con ella.
El desconocido agarró la piedra y se marchó corriendo a su casa. Al llegar, abrió su mano, contempló la piedra y vio que era un enorme diamante de muchísimo valor. Durante toda la noche se quedó pensando y no pudo dormir. Se levantó con el alba, volvió al lugar donde había dejado al peregrino, lo encontró y le dijo:
- Dame, por favor, algo más valioso: la riqueza que te permite desprenderte con tanta facilidad de un diamante.
La verdadera riqueza no consiste en acumular cosas, sino en tener la capacidad de poder desprendernos de ellas sin que nos quiten la paz y la alegría.
3) Para vivir
La virtud de la pobreza da un señorío a la persona, pues cuando se desprende de ellas, está mostrando que no está esclavizado. Ese desprendimiento no tiene que ser necesariamente dejar alejadas las cosas, sino que el corazón es el que está desprendido de ellas. Se puede seguir usando un bien, a la vez que su corazón está desprendido de él.
Cuando alguien pierde la paz y se enoja por haber perdido algo o porque no tiene una cosa, significa que esas cosas aún lo están dominando. Por ello nos aconseja San Josemaría Escrivá en un punto de Camino,: “No consiste la verdadera pobreza en no tener, sino en estar desprendido: en renunciar voluntariamente al dominio sobre las cosas. –Por eso hay pobres que realmente son ricos. Y al revés.” (n. 632).