Saber escuchar la Palabra de Dios
¿Somos también “ciceronianos”?
1) Para saber
En una reciente audiencia general, el papa Benedicto XVI invitó a concentrar la atención en un santo del siglo IV: San Jerónimo, quien es padre de la Iglesia. Este santo puso en el centro de su vida la Biblia: en que además de traducirla al latín, se comprometió a vivirla, a pesar de su conocido carácter difícil y fogoso que tenía.
El Papa recordó cómo este santo se convirtió a Dios. Jerónimo era gran aficionado a leer la obra de Cicerón de tal manera que dejaba todo por leerlo. Hasta que tuvo un sueño muy peculiar. Soñó que era castigado con azotes hasta que sangraba sus espaldas. Cuando preguntó la razón de tal castigo, un ángel le dijo que era debido a que era «ciceroniano y no cristiano». Despertó sobresaltado de aquél extraño sueño y cual va siendo su sorpresa de encontrarse realmente flagelado en sus espaldas. Esto lo hizo cambiar de vida. A partir de entonces dedicará sus esfuerzos en investigar y meditar las Sagradas Escrituras.
En el año 382 se fue a vivir a Roma y aquí, el Papa Dámaso le alentó a realizar una nueva traducción al latín de los textos bíblicos que estaban en griego y hebreo. Así ofreció la llamada versión «Vulgata», que sigue siendo el texto «oficial» de la Iglesia en latín.
Después Jerónimo dejó Roma en el año 385 y se fue a Belén, la tierra donde nació Jesús. Allí desarrolló una intensa actividad: comentó la Palabra de Dios; defendió la fe, oponiéndose con vigor a los herejes; exhortó a los monjes; enseñó la cultura clásica y cristiana a los jóvenes; acogió a los peregrinos. Va a morir en el año 419, junto a la gruta de la Natividad.
2) Para pensar
El Papa se pregunta: “¿Qué podemos aprender de san Jerónimo?” Y responde: amar la Palabra de Dios en la Sagrada Escritura, pues, como dice san Jerónimo: «Ignorar las escrituras es ignorar a Cristo».
Pero tiene que darse un diálogo personal, pues Dios habla con cada uno de nosotros a través de la Sagrada Escritura y tiene un mensaje para cada uno. No tenemos que leer la Sagrada Escritura como una palabra del pasado, sino como Palabra de Dios que se nos dirige también a nosotros y tratar de entender lo que quiere decirnos.
Pero hay el peligro de no saber interpretarla adecuadamente, por eso, dice el Papa, hay que tener presente que la Palabra de Dios se nos da para edificar la comunión y la Iglesia. Tenemos que leerla en comunión con la Iglesia. Y el lugar privilegiado de la lectura y de la escucha de la Palabra de Dios es la liturgia, en la Santa Misa, donde actualizamos la Palabra en nuestra vida.
3) Para vivir
Escuchemos entonces con mayor atención cada vez que acudimos a la Santa Misa en la Iglesia y oigamos la Palabra de Dios tratando de aplicarla a nuestra vida.
Tal vez no seamos “ciceronianos”, pero podemos ser “teleadictos” o algo parecido, al dedicarle mucho tiempo a la televisión y sin embargo, nunca leer el Evangelio. No está mal ver buena televisión, pero si está mal no conocer el Evangelio.
El Papa concluyó con una frase dirigida por san Jerónimo a san Paulino, que también podemos sentirla dirigida a nosotros: «Tratemos de aprender en la tierra esas verdades cuya consistencia permanecerá también en el tiempo».