Recientemente, con ocasión de la fiesta de “María Auxiliadora” el Santo Padre Benedicto XVI invitó a todos los católicos del mundo a rezar por la Iglesia en China: “para todos los católicos del mundo rezar por la Iglesia en China debe ser un compromiso: los fieles de allí tienen derecho a nuestras oraciones, necesitan nuestras oraciones".
El Papa conmina a los fieles a vivir una solidaridad espiritual, es decir, a no ser indiferentes respecto de las necesidades de otras comunidades cristianas que pasan por momentos –momentos que han durado décadas- de persecución. “Católico” significa “universal”, que la Iglesia sea católica quiere decir que es universal, para todos los hombres, independientemente de su cultura o situación política. La Iglesia China es un ejemplo fehaciente de esa catolicidad de la Iglesia, que no la hace un fenómeno occidental, sino que se encarna perfectamente en culturas ricas y milenarias como la China. Pero “católico” expresa también que el fiel debe “sentire cum ecclesia” es decir, “sentir con la Iglesia” y hacer propias las dificultades y alegrías de los demás cristianos: acompañarlos en sus dificultades, ayudarlos con la oración y si es el caso la limosna o incluso el propio trabajo.
Las autoridades chinas ven la organización de la Iglesia Católica como una ilegítima intromisión de extranjeros occidentales en la soberanía China, debido a que es el Papa –que no es Chino y vive en Roma- el encargado de elegir a los obispos chinos, es decir, la autoridad de la Iglesia Católica en China. Por eso las autoridades del país con frecuencia hacen consagrar ilegítimamente a obispos elegidos por ellas, con la esperanza de romper la comunión con Roma e independizar definitivamente a la Iglesia Católica China de la Iglesia universal.
Benedicto XVI, conocedor de esta dificultad ha escrito una carta a la Iglesia China en el año 2007, en la que afirma taxativamente: “El Papa, cuando concede el mandato apostólico para la ordenación de un Obispo, ejerce su autoridad espiritual suprema: autoridad e intervención que quedan en el ámbito estrictamente religioso. No se trata por tanto de una autoridad política que se entromete indebidamente en los asuntos interiores de un Estado y vulnera su soberanía". Sin embargo el gobierno chino no se da por enterado, o no acepta esta explicación y continúa ejerciendo una presión ilegítima sobre obispos y fieles. "Sabemos que, entre nuestros hermanos obispos, hay algunos que sufren presiones para ejercer su ministerio episcopal. A ellos, a los sacerdotes y a todos los católicos que experimentan dificultades en la libre profesión de su fe, expresamos nuestra cercanía. Con nuestra oración podemos ayudarles a encontrar el camino para mantener viva la fe, fuerte la esperanza, ardiente la caridad con todos e íntegra la eclesiología que hemos heredado del Señor y de los Apóstoles".
"Los chinos católicos, como han dicho muchas veces, quieren la unidad con la Iglesia universal, con el Pastor supremo, con el Sucesor de Pedro. Con la oración podemos obtener que la Iglesia en China siga siendo una, santa y católica, fiel y firme en la doctrina y en la disciplina eclesiástica". El gran medio que tenemos los cristianos para cualquier dificultad, y particularmente frente a la prepotencia autoritaria, es la oración, que goza de particular eficacia si va dirigida a Dios a través de la peculiar intercesión de la Virgen María.
No dejemos solos a los chinos. La vivencia plena de la fe ofrece una perspectiva sugerente: la de la “comunión de los santos”, que cada domingo recitamos en el credo, probablemente sin saber muy bien a qué se refiere. Indica, entre otras cosas, que no somos “versos sueltos”; las cosas buenas que yo haga redundan en beneficio de toda la Iglesia. Es maravilloso pensar que nuestra vida ordinaria, quizá en ocasiones rutinaria y monótona, puede tener un eco muy grande. Cuando me esfuerzo por vivir de acuerdo a la voluntad de Dios, no solo me beneficio yo, sino que ayudo a toda la Iglesia. Procuremos vivir con ese horizonte, esa perspectiva, y ayudar así, a través del cumplimiento fiel de nuestras obligaciones ungido por una intensa oración a nuestros hermanos católicos de China.