Pasar al contenido principal

Que su sangre caiga sobre nosotros

Hasta hoy 8 de enero, fecha en que esto escribo, han sido ya varios los llamamientos a la paz que ha presentado el Papa Benedicto XVI, ante la continua y brutal agresión israelí en la franja de Gaza, que ha cobrado hasta ahora más de 600 vidas humanas y miles de heridos, incluyendo niños, mujeres y ancianos. 

El 28 de diciembre, luego de rezar el Ángelus, el Santo Padre pidió a la comunidad internacional que haga todo lo posible por ayudar a israelíes y palestinos a solucionar el conflicto, cuando dijo que “La Tierra Santa, que en los días de Navidad ocupa el centro de los pensamientos y de los afectos de los fieles de todo el mundo, se ha visto golpeada de nuevo por un estallido de inaudita violencia. Estoy profundamente apenado por los muertos, los heridos, los daños materiales, los sufrimientos y las lágrimas de las poblaciones víctimas de esta trágica cadena de ataques y de represalias. ¡La patria terrena de Jesús no puede seguir siendo testigo de tanto derramamiento de sangre, que se repite sin fin! Imploro el fin de la violencia, que hay que condenar en todas sus manifestaciones, y la reanudación de la tregua en la franja de Gaza. Pido una prueba de humanidad y de sabiduría en todos aquellos que tienen alguna responsabilidad en esta situación.” 

El primer día del año 2009, durante la celebración de la Jornada Mundial por la Paz, el Santo Padre mostró su cercanía a los cristianos de Tierra Santa, imploró por la paz en la región, deploró “la intensa violencia desatada en la franja de Gaza” y afirmó que “la violencia, también el odio y la desconfianza son formas de pobreza”. Luego manifestó su convencimiento del “profundo deseo de vivir en paz que sube al corazón de la gran mayoría de las poblaciones israelí y palestina, una vez más puestas en peligro por la intensa violencia” y pidió “que no se deje de intentar ninguna vía para ayudar a los israelíes y los palestinos a salir de este callejón oscuro y a no resignarse a la lógica perversa del enfrentamiento y de la violencia”.

El 4 de enero, nuevamente después del rezo del Ángelus, el Papa invitó a todos a rezar por el fin de la guerra en Gaza cuando recordó que el odio y la guerra no solucionan los problemas y cuando dijo que “Hoy, en todas las iglesias de Tierra Santa, los patriarcas y los jefes de las Iglesias cristianas de Jerusalén invitan a los fieles a rezar por el final del conflicto en la franja de Gaza y a implorar justicia y paz para su tierra. Me uno a ellos y les pido también a ustedes que hagan lo mismo, recordando a las víctimas, a los heridos, a quienes tienen el corazón roto, a quienes viven en la angustia y en el temor, para que Dios les bendiga con el consuelo, la paciencia y la paz que proceden de Él”.

Finalmente, hasta ahora, el 6 de enero el Papa llamó a israelíes y palestinos a encontrar un camino de diálogo para poner fin al conflicto entre ambos pueblos, cuando dijo que “El recuerdo de estos hermanos nuestros en la fe me lleva espiritualmente a Tierra Santa y a Oriente Medio. Sigo con profunda preocupación los violentos enfrentamientos armados que tienen lugar en la Franja de Gaza. Mientras confirmo que el odio y el rechazo del diálogo no conducen más que a la guerra, hoy quisiera alentar las iniciativas y los esfuerzos de quienes, preocupados por la paz, están tratando de ayudar a israelíes y palestinos a sentarse alrededor de una mesa y a hablar. ¡Que Dios apoye el compromiso de estos constructores de paz!”.

No sólo el Papa Benedicto XVI, también la comunidad internacional, representada en la Organización de las Naciones Unidas, ha manifestado su rechazo a las agresiones israelíes exigiendo el cese inmediato de los bombardeos contra Gaza. Los Estados Unidos, en cambio, apoyan los ataques, aunque sea evidente que Israel viola el Derecho Internacional y la Cuarta Convención de Ginebra relativa a la Protección de las Personas Civiles en Tiempo de Guerra, pues ha cerrado los cruces fronterizos para impedir todo acceso de ayuda humanitaria.

Urge poner fin a la agresión israelí, asegurar un cese inmediato al fuego, detener las acciones bélicas, brindar una protección inmediata al pueblo palestino, y obligar a Israel, la potencia ocupante, a levantar su opresivo bloqueo sobre la Franja de Gaza, para que ingrese la ayuda humanitaria. Mientras tanto, el pueblo israelí parece gritar, como suele hacerlo: “Que su sangre caiga sobre nosotros”.