Indiscutiblemente el asunto de tener, o no tener fe, es algo absolutamente personal pues en este negocio nadie nos puede obligar. Sin embargo, esto no significa que sea asunto puramente individual pues la fe la da Dios y somos cada uno de nosotros quienes la aceptamos o la rechazamos. De forma que es Él quien da, porque le da la gana y yo quien recibe libremente. Ahora bien, la fe puede tener como objeto a uno o varios dioses, pueden ser indeterminados, genéricos... Puede ser una deidad impersonal pantéica, es decir, confundida con la naturaleza o sea con todo tipo de seres animales, vegetales y minerales, o un dios individual inteligente, poderoso y amante.
Buscando ideas sobre el asunto me encontré un artículo interesante de Antonio Orozco Declós donde recoge algunas muestras interesantes sobre el particular como por ejemplo lo que Dostoiewski hizo exclamar a uno de sus famosos personajes: “Si Dios no existe, todo está permitido”. En ese “todo” se incluiría -¿por qué no?- el terrorismo, el infanticidio (aborto procurado), el geronticidio eutanásico (matar ancianos), etcétera.
Sartre reconoció que todo está permitido si Dios no existe, y por consiguiente el hombre se descubre abandonado porque no encuentra en él ni fuera de él, dónde aferrarse”. ¿No se percibe una enorme abismo entre el supuesto mundo encerrado en sí mismo, sin trascendencia, sin autor, rodando con suerte incierta, y el mundo creado y cuidado sabia y amorosamente por la Providencia divina? Es claro que si Dios no existe y, por hipótesis absurda, existiéramos nosotros, no habría nada absoluto: ni cosas absolutas, ni principios absolutos, ni valores absolutos, ni derechos absolutos; todo sería relativo, y el bien y el mal no serían más que palabras huecas. ¿No plantea esto ningún problema al ser humano inteligente?
En otro momento Sartre escribió: “Puesto que yo he eliminado a Dios Padre tiene que haber alguien que fije los valores. Pero si fuéramos nosotros quienes los fijamos, esto quiere decir que la vida no tiene sentido objetivo”. En rigor, para el ateísmo “no tiene sentido que hayamos nacido, ni tiene sentido que hayamos de morir. Que uno se embriague, se drogue o que llegue a dominar pueblos, viene a ser lo mismo; el hombre es una pasión inútil”; y el niño “un ser vomitado al mundo”, “la libertad es una condena” y “el infierno son los otros”. Estas son conclusiones necesarias del ateísmo de existencialista.
En cambio para una buena parte de la humanidad es aceptada la fe en un solo Dios creador del Cielo y de la Tierra. Pero aquí no acaba este asunto, pues resulta que ese Dios es padre y no sólo padre, sino “mi padre” y “yo... su hijo”. Aquí es donde tiene origen un lazo de filiación que hace mi trato con Él completamente distinto, pues no es lo mismo existir como un ser simplemente “creado” a ser hijo del Creador. En otras palabras, es muy distinto ser la silla en la que se sienta el dueño de la casa a ser su hijo. Personalmente me siento más orgulloso de lo segundo que de lo primero.
Tanto la paternidad como la filiación son situaciones que comportan derechos y obligaciones tanto legales como morales y esto también se aplica a la relación entre Dios y nosotros. El amor de padre es muy especial. Él no se olvida de nosotros aunque nosotros sí nos olvidemos de Él. Lo que hace siempre es buscando nuestro bien, aunque a nosotros nos pueda parecer que sus decisiones son equivocadas... que no tomó en cuenta algunos datos importantes en relación a nuestros problemas y deseos. Es entonces cuando nos convertimos en asesores técnicos de Dios.
En el capítulo tercero del Evangelio de San Juan encontramos el siguiente texto: “Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo Unigénito, para que todo el que cree en Él no perezca, sino que tenga vida eterna”. Si Dios Hijo es connatural al Padre, igualmente eterno, sabio y todopoderoso, y fue engendrado desde siempre por vía de conocimiento dándose necesariamente el amor (el Espíritu Santo) como consecuencia entre Ellos, el amor que Dios tiene por nosotros para llegar a esos extremos, tiene que ser infinito. Definitivamente: ¡Que padre es tener fe en Dios y saber que soy su hijo!