«Los católicos dan mucho testimonio de milagros que, supuestamente, han hecho sus ‘santos’. Los mormones dan el mismo testimonio de los suyos hechos por sus ancianos. Los diferentes grupos de pentecosteses dan testimonio de los supuestos milagros que han hecho por medio de oraciones a Dios y del poder del Espíritu Santo. Pero bien sabemos que el Espíritu de Dios no está con los católicos, los mormones, ni los pentecosteses al mismo tiempo... Pero todos dan el mismo testimonio y el testimonio de cada grupo tiene la misma fuerza. Esto es suficiente para hacernos creer que los milagros de los tres grupos son falsos».
Esto lo escribe Mack Kercheville, un «pastor» cristonista, es decir, un miembro de las sectas protestantes autonombradas «Iglesias de Cristo» (de doctrina campbellista), que desde hace algunos años están presentes en los estados de San Luis Potosí, Veracruz, Querétaro, Jalisco y, prácticamente, en todo el país.
Según Kercheville y sus seguidores, lo que los católicos o cualquier otro grupo religioso llama milagro se explica de cualquiera de las siguientes maneras: es una curación natural, es consecuencia del poder de la sugestión, se debe a que el diagnóstico de una enfermedad era falso y cuando el paciente constata que está sano cree que sanó milagrosamente, o bien Satanás hizo el milagro.
Para Kercheville, Jesús «sanó solamente a los que servirían como testimonio de su divinidad»; «los apóstoles y otros discípulos de Cristo en el primer siglo del cristianismo hicieron sus milagros... para confirmar el mensaje que predicaban»; pero, «como ya que tenemos la Santa Biblia en su forma completa y mucha evidencia en ella para hacernos creer en Cristo por la palabra de sus apóstoles, no necesitamos poder milagroso para confirmar la palabra».
Hasta asegura, con una lectura sacada de contexto, que el apóstol Pablo profetizó que los dones milagrosos sólo serían «para la niñez de la Iglesia» (1 Co 13, 8-11). Pensamiento el suyo muy semejante al del clérigo anglicano del siglo XVII que decía: «Los milagros son los pañales de las iglesias nacientes».
Por si fuera poco, Kercheville —totalmente ignorante de la sucesión apostólica— cree que ya no existen los dones transmitidos por «imposición de las manos de los apóstoles», por lo que, con la muerte de éstos, «se terminó el don milagroso».
Resulta más curiosa la postura de este sujeto si se considera que la gran mayoría de las sectas cristonistas son de marcado carácter pentecostal, es decir, que su principal atractivo proselitista radica en el don de lenguas, las curaciones sobrenaturales, las profecías, etc. Entonces, ¿cómo explica Kercheville estos acontecimientos? Contesta: «Creemos que Dios tiene tanto poder como siempre... Al negar la existencia de milagros en el tiempo presente no negamos en ninguna manera el poder de la oración, y creemos que Dios contesta nuestras oraciones». Es decir, los milagros siguen ocurriendo —sólo en la secta, los demás son falsos—, pero ya no se les debe llamar milagros sino sólo respuesta de Dios.
En el protestantismo hay opiniones diversas. Ray Coughran, estadounidense autonombrado «profeta de Dios» y fundador de la secta «Ministerio Internacional de Milagros», está convencido de que éstos siguen existiendo. Pero utiliza el término de una manera bastante amplia; dice: «El milagro más grande que puedes recibir hoy es la libertad, el perdón y la paz que sólo da Jesucristo».
En un cierto programa de televisión del canal protestante Enlace TBN, se promovía un «pacto» en el que la gente se comprometiera a dar una determinada cantidad de dinero por un período de tiempo, y a cambio recibiría la bendición divina. Más tarde uno de los promotores anunciaba el resultado final: «Son 300 milagros, son 300 personas que se han movido, son 300 personas que han sido obedientes.». Y otro afirmaba: «Estos pactos de 58 dólares por cada mes durante un año van a tener un gran testimonio... Se va a manifestar mayormente el poder de Dios en la vida de aquellos que obedecieron la voz del profeta».
Pero esta compra-venta de milagros no ha sido del agrado de muchos otros protestantes, quienes también critican el proceder del «apóstol» Cash Luna, que en sus «Noches de Gloria» promueve los milagros casi como mercancía y tiene a bien aceptar todas las tarjetas de crédito. En mayo pasado tenía planeada una «Cruzada» en Querétaro, que a última hora canceló por la epidemia de influenza; en el exterior de autobuses urbanos se veían sus anuncios, que decían: «Ven y pide tu milagro».
En cuanto a los jehovistas, muy extendidos en el territorio nacional, los milagros ya no son necesarios. La doctrina oficial de la secta «Testigos de Jehová» es que «Jesús hizo milagros para identificarse como el Mesías» y también para demostrar «que Dios le había dado un poder especial» —los jehovistas no creen que Jesús sea Dios—; además, que «los milagros del primer siglo fueron una de las pruebas de que el favor de Jehová había pasado del Israel carnal a la congregación cristiana primitiva», y, como ya no es necesario demostrar esto, los que ahora hacen milagros en el nombre de Jesús son impostores, según creen que enseña Mateo 7, 22-23.
Resulta patente que esta diversidad de interpetaciones es el fruto necesario del subjetivismo doctrinal que sustenta el protestantismo. Ya lo lamentaba su padre, Martín Lutero, en 1525: «Existen casi tantas sectas y creencias como cabezas».