¿Qué haría usted si se enterara de que a sus pequeñitos en el Jardín de Niños la maestra les diera la indicación de que, dentro del salón de clases, manejen sus genitales? o ¿si les enseñan que los papeles de hombre o mujer se pueden escoger por simple capricho o gusto, pues lo que determina a ser humano no es “su sexo”, sino que nosotros decidimos sobre nuestro “género”?
Me permito copiar el siguiente texto: “El hecho de que las autoridades hayan aceptado el término ‘salud reproductiva’ es un éxito para nosotros. Hemos de promover la colaboración de la SEP para crear el Plan Nacional de Educación Sexual que incluya elementos técnicos básicos con un marco ético-filosófico. Hay que promover la masturbación desde la niñez, crear más tolerancia a la diversidad sexual, impulsar la sexualidad no procreativa, acabar con la homofobia y plantear la homosexualidad como un estilo de vida deseable en la sociedad”. (Cfr. Conferencia de la antropóloga social Gabriela Rodríguez, en el IX Congreso Latinoamericano de Sexología y Educación Sexual, Hotel Presidente Intercontinental, 29-X-98).
Claro está que decirles esto así a los padres de familia podría crear una reacción de violento rechazo, por eso los promotores de estas ideas pretenden crear una aceptación social a través de muchos medios, como por ejemplo: aquel titular donde se lee: “Violencia doméstica, por la falta de equidad de género”, afirma Carolina Díaz académica de la Facultad de Psicología de la UNAM. No olvidemos que los conceptos de “equidad de género” y “perspectiva de género” fueron impulsados principalmente por el feminismo extremista.
Es decir, en este caso, se presenta a la equidad de género como la solución a la violencia doméstica. Aquí cabe la pregunta: ¿No habrá algo más escondido en dicha postura a favor de desviaciones sexuales? Personalmente veo este asunto como un típico Caballo de Troya y a quienes se atreven a señalar los errores de estas teorías se les acusa -entre otras cosas- de misóginos o de irresponsables promotores del odio contra los homosexuales.
Las organizaciones del movimiento gay en Estados Unidos sabían que tenían un poderoso enemigo en el concepto de la homosexualidad como “enfermedad mental”, tal como lo consideraba la “American Psychiatric Association”, por lo que en la convención anual de 1970 se propusieron “convencer” a los especialistas de que replantearan dicha calificación. Sin embargo, según lo reseña el congresista William Dannemayer en su libro “El homosexualismo en Estados Unidos. Una sombra sobre la Nación”, los argumentos y los métodos usados para ello no fueron ni académicos, ni médicos. Dicha presión podríamos compararla a la de los habitantes de Atenco en contra de la construcción del aeropuerto alterno de la Ciudad de México, aunque, eso sí, sin machetes.
Los representantes de la versión oficial de la educación sexual y de la sexología se reúnen cada año en un congreso. En el correspondiente a 1998 se afirmó: “Contamos con el apoyo de la SEP. Las fuerzas están fragmentadas, hay que unirnos, y éste es el objetivo del congreso: unirnos los gays, las feministas, los psicólogos, los maestros y los trabajadores de la salud para formar redes de acción en todo el país. Formar redes de mujeres en América Latina, y ponernos metas que influyan en políticas gubernamentales y mundiales”.
No cabe duda que ellos están decididos. Cabe preguntarnos si nosotros guardaremos silencio en este tema.