“Oye siñora: Yo no sé planchar. Yo no sé lavar. Yo no sé cocinar. Yo no hablo bien español. Yo no sé usar teléfono. En casa de mi familia no hay esas cosas. Yo vengo del rancho. Yo necesito ganar dinero para mandar a mis papás y a mis hermanos. Yo no tengo estudios. Yo no tengo novio, pero yo me quiero juntar con un hombre para no vivir sola y tener hijos.
“No sé si te das cuenta, pero yo no siento que seamos iguales. Tú tienes esta casa y muchas cosas, yo dejé mi casa, mis papás y mis hermanos. Tú tienes carros y yo ando en camiones. La gente no nos ve iguales… somos distintas; yo soy morena y tú eres blanca.
“A mí me gusta ver la televisión y me gustaría ser como las muchachas que salen en las telenovelas. Me gustaría ser bonita y que los hombres se fijaran en mí. Me gusta salir con mis amigas a dar la vuelta a la Alameda los fines de semana para conocer muchachos y tener novio. Yo quiero tener hijos y no trabajar. Quiero tener ropa bonita y andar como las demás muchachas.
“Yo sé que a los hombres les gusta emborracharse y que son mujeriegos, pero yo no quiero quedarme soltera. A lo mejor me toca un hombre que sea bueno y que me quiera. Desde que nací yo no me he alimentado como tú y tus hijos, en mi casa sólo teníamos maíz, frijoles y poco más. Por eso yo no entiendo muchas cosas que me dices. Además, me da mucho coraje que tú pienses que soy tonta. Si yo hubiera nacido en una casa como ésta mi vida sería muy distinta”.
No cabe duda de que para las amas de casa la labor de formación de una empleada doméstica es enorme, ardua y requiere de mucha paciencia, pedagogía y cariño. Lo primero que se requiere es esfuerzo para poder ubicarse ante la realidad de las jovencitas que llegan a las grandes ciudades con lo que llevan puesto, mucho miedo y mucha hambre.
Médicamente está comprobado que las deficiencias alimenticias en las primeras etapas de la vida provocan limitaciones serias en la capacidad intelectual y de trabajo. Este es uno de los motivos que explican por qué muchas veces estas personas no entienden las explicaciones y las órdenes que se les dan y, junto con ello, la falta de hábitos de atención y de orden.
Desafortunadamente no es infrecuente que estas jovencitas hayan sido educadas por papás que han caído en vicios y mamás sin preparación; con malos tratos y hasta abusos por parte de algunos familiares. Ellas nacieron y vivieron en “casas” con piso de tierra, donde los únicos aparatos eléctricos son unos focos y una radio... y quizás, ahora, una televisión.
No lo olvidemos, tenemos una hipoteca social muy grande y ya es hora de que nos preocupemos en pagarla.