¿No será este el Mesías?
Jesús concibe su misión como la del Mesías Siervo.
1. "MESÍAS", UNA PALABRA EXTRAÑA.
Es de todos conocidos que judíos y cristianos han polemizado, desde los orígenes cristianos hasta nuestros días, para averiguar si el rabino Yeshúa de Nazareth (Galilea) daba cumplimiento o no a la espera mesiánica. La discusión ha sido tanto más difícil cuanto que, como hemos observado ya, no había una sola, sino varias formas de espera mesiánica. Una cosa parece cierta: para el hombre del siglo XX a menos que pertenezca a la comunidad judía, la noción misma de Mesías, y de mesianismo apenas tiene significado alguno. Los hombres del siglo XX, en su inmensa mayoría americanos o chinos, rusos o alemanes, ingleses o españoles, ignoran casi lo que estos términos significan. De ahí que cuando se pronuncian las palabras Jesucristo, Jesús, se acepta tal cual el nombre propio, pero sin discernir su significado, evidente, sin embargo, para los oídos palestinos del siglo I de nuestra era. Tocante al término "Cristo", díganos lisa y llanamente que es una palabra cuyo significado está herméticamente cerrado para la inmensa mayoría de nuestros contemporáneos.
2. "MESÍAS" Y "MESIANISMO" EN LA BIBLIA.
El término castellano "Cristo" es la trascripción del vocablo griego Khristos, que significa "ungido", aquel que ha recibido la unción santa, Khristos procede del verbo Khrio que significa "ungir". El griego Khristos es la traducción del hebreo mashiah, trascrito también en griego como Mesías. Mashiah se deriva del verbo hebreo mashah que significa "ungir". El mashiah es aquel que ha recibido la unción hecha con aceite. Los sacerdotes eran "ungidos" (Cf. Lev.4, 3.5.16; 6,15). El primer libro de Samuel nos narra la unción de Saúl y de David, después por el Profeta Samuel: 1 Sam. 10: "Entonces sacó Samuel una redomita de óleo y derramó sobre la cabeza de Saúl y besóle, diciendo: ¿No es Yhwh quien te ha ungido para príncipe de su pueblo? Tú regirás al pueblo de Yhwh y lo liberarás de las manos de sus enemigos que lo rodean... "Así que Saúl volvió las espaldas, y se separó de Samuel, múdele a Dios el corazón en otro... Arrebatado de espíritu del Señor se puso a profetizar..." 1 Saín. 16, 1: "Entonces dijo Yhwh a Samuel: ¿Hasta cuándo has de llorar tú a Saúl, habiéndole yo desechado para que no reine sobre Israel? Llena tu cuerno, de óleo y ven, pues quiero enviarte a Isaí de Belén, porque de entre tus hijos me he provisto de un rey... Ungirás al que yo te señale. Hízolo, pues, Samuel como Yhwh le había mandado". 1 Sam. 16, 11: "Y añadió Samuel a Isaí: ¿No tienes ya a mis hijos? Y éste contestó: Aún tengo otro pequeño que está apacentando las ovejas» Dijo Samuel a Isaí: Envía por él y tráele aquí, que no nos pondremos a la mesa hasta que él venga. Envió por él Isaí, y se lo presentó. Era David, rubio, de bella presencia y de hermosos ojos. Dijo entonces Yhwh: Ea, úngele, porque ese es. Tomó, pues, Samuel la cuerna del óleo y ungiéndole en presencia de sus hermanos, y desde aquel día en adelante el espíritu de Yhwh quedó difundido en David... Se advierte por estos textos que la unción practicada por Samuel en nombre de Dios es un verdadero sacramento: sacramento de consagración real, que provoca la comunicación del espíritu de Dios; sacramento del profetismo. Se denomina "mesianismo" la espera, en Israel, de un rey "ungido" que ocupará el trono de David (Is. 11, 1); "Y saldrá un renuevo del tronco de Isaí, y de su raíz se elevará una flor. Y reposará sobre él el espíritu de Yhwh, espíritu de sabiduría y entendimiento, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de temor de Yhwh... Juzgará a los pobres con justicia, y tomará con rectitud la defensa de los humildes de la tierra...y cíngulo de sus lomos será la justicia; y la fe del cinturón con que se ceñirá su cuerpo. Habitará el lobo justamente con el cordero; la pantera estará echada junto al cabrito, el becerro y el cachorro de león parecerán juntos, y un niño pequeñito será su pastor, La vaca y la osa se harán amigos, sus pequeños dormirán juntos... Ellos no dañarán ni matarán en todo mi monte santo; porque el conocimiento de Yhwh llenará la tierra, como las aguas llenan el mar".
3. ¿QUISO Jesús aceptar este título?
La relación en que Jesús se hallaba con el nuevo Israel fue definida en la Iglesia primitiva mediante el titulo tradicional de "Mesías", el "ungido", que se le atribuía. Para las gentes de habla griega se traducía literal mente como Khristos, Cristo: Pero por lo regular no era entendido así, sino que pronto fue tomado sencillamente como un nombre propio. Sin embargo, en los Evangelios tiene plena vida el término algo así como en su sentido origi nal, y convendría conservar la voz hebraica como término que recuerde que "Cristo" o "Mesías" no es un nombre propio personal ni tampoco un término teológico, sino indicador de una función histórica. Juan en la conclusión de su Evangelio, dice que éste se escribió para apoyar la creencia de que "Jesús es el Mesías" (Jn.20, 31). Los autores de los otros Evangelios habían podido decir otro tanto. Lo que más sorprende es que en la relación que ofrecen de sus palabras y obras, hagan un uso relativamente escaso del título, que está envuelto en una cierta ambigüedad. Excepto en un pasaje del cuarto Evangelio ' (Jn. 4, 25- 26), nunca se presenta a Jesús reivindicando prolijamente que él es el Mesías, y ni siquiera aquí se trata de una reivindicación pública. Más aún: parece que Jesús mismo trató de disuadir a otros que querían darle tal título, aunque quizá no siempre se hallara en condiciones de hacerlos callar. Sólo en dos casos parece, algo dudosamente, haberlo aceptado.
a) En Cesárea de Filipo: En la primera ocasión, tal como lo describen los tres primeros Evangelios, Jesús se halla solo con sus discípulos más allegados, en un lugar fuera de los límites de Palestina, conocido como Cesárea de Filipo. Jesús preguntó a los discípulos quién decían las gentes que era él. Ellos dieron diferentes respuestas. Luego preguntó "Y vosotros ¿quién decís que soy yo?". Pedro respondió: "Tú eres el Mesías". Desde este punto divergen nuestros informadores. Según Marcos (seguido de cerca por Lucas), Pedro no obtuvo respuesta alguna, sino que Jesús "les advirtió severamente que nadie dijera nada acerca de él". Mateo se expresa de otra manera. Según él, Jesús hizo buena acogida a la aserción de Pedro, pero, con todo después de alabarlo, pasó (como en el relato de Marcos) a advertirles que no dijeran a nadie que él era el Mesías. En Juan (para completar nuestro examen) tenemos la sensación de completar la misma escena, aunque quizá a través de un medio menos transparente, pero nos permite ver sus grandes líneas. Según Juan, Pedro ni usó realmente el término "Mesías" sino que dijo: "Nosotros sabemos bien que eres el santo de Dios" La diferencia puede ser puramente verbal: la "unción" (que constituye un Mesías) es consagración, y la persona consagrada es "santa" por definición. En esta escena hay algo extrañamente enigmático. ¿Quiso o no quiso Jesús aceptar el título? Si nos atenemos a Mateo, lo quiso, aunque con cierta reserva. Si nos atenemos a Marcos, Lucas y Juan, todo lo que podemos decir es que no lo rechazó. (Mc.8, 27-30; Mt. 16, 13-16; Lc. 9. 18-21; comparece Jn. 6, 6769).
b) Ante el Tribunal: Examinemos ahora la otra ocasión. Según los tres primaros Evangelios, cuando Jesús compareció ante el tribunal de Pilato, se le preguntó a boca de jarro: ¿Eres tú el Mesías?" Según Marcos, respondió sin ambages: "Sí lo soy". Según Mateo, la respuesta fue: "Son tus palabras" (literalmente: "Tú lo has dicho"; no hay una prueba suficiente de que esto fuera una forma reconocida de afirmación, ni en griego, ni en hebreo o arameo; podemos parafrasear: "Puedes pensarlo así, si te parece"). En Lucas leemos que Jesús se negó absolutamente a responder. "Si tú eres el Mesías, dínoslo", dice el sumo sacerdote. Jesús replica: "Si os lo digo, no creeréis; y si os pregunto, no responderéis". Juan no describe la escena ante el sumo sacerdote, pero parece haber un eco de ella en un pasaje donde se refiere públicamente a Jesús con palabras semejantes a las escogidas por Lucas: "Si tú eres el Mesías, dínoslo claramente". Jesús replica: "Os lo dije ya, pero no queréis creerlo" '; ‘‘(dando a entender, como se ve, que diferentes cosas que había dicho y hecho podían sugerirles la respuesta apropiada) (Mc. 14, 61-61; Mt. 23, 63-64; Lc. 22, 67-70; comparece Jn. 10, 24). Aquí volvemos a encontrarnos con el mismo problema; ¿quiso o no quiso Jesús aceptar el titulo de "Mesías" cuando se le preguntó públicamente?
c) "Tú lo has dicho" Quizá podamos alcanzar alguna luz en esta materia si consideramos las consecuencias de estas preguntas. Ya fuera en una investigación formal en el proceso, o bien anteriormente en una discusión pública, la pregunta crucial que se formuló a Jesús puede muy bien ser entendida como preámbulo para la acusación ante el gobernador romano. El cargo del que preferentemente le acusaban entonces los sacerdotes era el de haber pretendido ser el "rey de los judíos" Naturalmente, el cargo había sido forjado para oídos romanos. Los sacerdotes no emplearían esta expresión entre ellos mismos. Habrían dicho que había pretendido falsamente ser el rey "ungido" de Israel, el Mesías. En el interrogatorio ante Pilato, se preguntó a Jesús: "¿Eres tú el rey de los judíos?", y él contestó (según el testimonio concordé de todos los Evangelios) con la frase sin compromiso: "Tú lo has dicho" ("Puedes pensarlo así, si te parece). En este contexto negarse a repudiar el título habría tenido el mismo efecto que' la confesión abierta, y se trataba de una cuestión de vida o muerte. d) Su misión: En todo caso, Jesús se dejó condenar a muerte por pretender ser (en términos judíos) el Mesías (Mc.15, 2; Mt. 27, 11; Lc. 23, 3; Jn. 18,33-37). Como hemos visto, el oficio de Mesías se concebía de varias formas, pero siempre estaba vinculado a la vocación y destino especial de Israel como pueblo de Dios. De los Evangelios concluimos que Jesús se propuso constituir el nuevo Israel bajo su caudillaje; llamó a los primeros miembros, los admitió en la nueva "alianza" y promulgó su nueva ley. Tal era su misión. Si bien no estaba enteramente de acuerdo con todas las ideas contemporáneas de lo que había de hacer el Mesías, no se disponía de otro término más apropiado para expresar dicha misión. El no la podía negar; no podía repudiar la autoridad que esta implicaba; por consiguiente, si se planteaba la cuestión, no podía rechazar sin más el título de "Mesías". Jesús se hallaba entre la espada y la pared y prefirió que el título no se usara públicamente, hasta que al fin no hubo escapatoria. En la mentalidad popular, el mesianismo estaba asociado con el papel político y militar del "Hijo de David". Ni por asomo deseaba Jesús desempeñar esté papel. Cualquier insinuación que hubiera hecho de obrar así, habría sido un impedimento para su verdadera obra y un peligro para su causa. La llamada a su pueblo debía apoyarse en algo distinto de una discutible pretensión de mesianismo.
4. ¿QUE CLASE DE MESÍAS?
Sin embargo, un título que él no negaría a fin de salvar su vida no pudo carecer de significado para él. Ciertamente Jesús era Mesías, pero en el sentido que él mismo daba al término. Así pues, debemos formular de otra manera la cuestión y preguntar no si Jesús pretendió ser el Mesías, sino "¿qué clase de Mesías entendía ser?" No sería el Mesías de la expectación popular. ¿Cuál pues? En Cesárea de Filipo, Pedro ensalzó a Jesús como Mesías. Jesús, después de advertir a sus discípulos que no dijeran nada de esto en publico, abruptamente cambió de tema, o así les pareció a ellos: "Comenzó a enseñarles sobre que el Hijo del hombre tenía que padecer mucho y que había de ser reprobado" (La expresión enigmática "Hijo del hombre" será examinada en otro lugar; aquí podemos tomar sencillamente como una circunlocución en el sentido de "yo"). Pedro se escandalizó y trató de poner las cosas en su punto: "'¡Dios no lo quiera! "¡No, Señor, esto no te debe suceder!" Jesús replicó en términos de una aspereza inusitada: "¡Quítate de mi presencia, Satanás, porque no piensas a lo divino, sino a lo humano!" (Mc.8, 31-33). Bajo; la radical permutación latía una profunda diferencia de puntos de vista. Para Pedro, aquel hablar de sufrimiento y de reprobación estaba en absoluta contradicción con cualquier idea mesiánica; la mayoría de los judíos de aquel tiempo habrían pensado también de aquella manera. El Mesías había de ser un conquistador, no tenía que sufrir ni ser reprobado, sino aclamado como rey de Israel, Así parecían aprobarlo las Escrituras. a) "Siervo de Yavé" Sin embargo, podían recordar que el Antiguo Testamento sabía de otro personaje, apenas menos sign
ificativo que el Mesías mismo, cuyo papel era esencialmente el de un inocente que tenía que sufrir. Esta figura aparece especialmente en algunos pasajes de la última parte del libro de Isaías, (El más importante de éstos es el poema contenido en 52, 13; 53, 12, aunque el tema del siervo de Dios se pierde raras veces de vista a lo largo de los capítulos 40 55, El lenguaje de estos capítulos tiene eco con notable frecuencia a través de todo el Nuevo Testamento, bien citado directamente, bien por medio de alusiones), bajo la forma del "siervo de Dios". Para resumirlo brevemente: Se trata de alguien que recibió y aceptó la llamada de Dios y se consagró en cuerpo y alma a su servicio, dando testimonio de la verdad de Dios, soportando muchos sufrimientos y dando al fin su vida por los otros. Cuando la Iglesia primitiva abordó el problema planteado por la vida extraordinaria y el trágico destino de su fundador, buscó la explicación en dichos pasajes de Isaías que hablan de una vida de servicio y de una muerte de mártir. Mateo, en efecto, echó mano del pasaje en que Isaías introduce la figura del siervo y lo asoció como una especie de lema a su relato de la misión de Jesús: "Mirad a mi siervo, a quien ya elegí, a mi predilecto en quien me he complacido. Sobre él pondré mi espíritu, y él anunciará juicio entre las naciones. No porfiará ni gritará, y nadie oirá su voz en las plazas. La caña cascada no la quebrará, y la mecha humeante no la apagará, hasta que haga triunfar el juicio. ¡Y en su nombre pondrán las naciones su esperanza!" (Is.42, 1-4, citado en Mt.17, 21)
b) Su misión y su destino El siervo tiene particularmente el encargo "de llevar a Jacob al Señor y de reunirlo a Israel" (Is.49,5), y así se nos dice que Jesús declaró de sí mismo que "había sido enviado a las ovejas perdidas de la casa de Israel" (Mt. 15, 24; Lc. 19, l-10,i en éste Zaqueo está representado precisamente como oveja perdida; es un "hijo de Abraham" que se había extraviado, y Jesús "vino a buscar y salvar lo que había perdido". Y de hecho, como veremos, esta es la clave de gran parte de su actividad. Ello explica la importancia que daba a su trato con publícanos y pecadores, en los que veía tales "ovejas perdidas". Y si la misión del siervo definía la obra a que se consagró Jesús, el destino del siervo, cuya vida "fue ofrecida en sacrificio por el pecado" (Is. 53, 10-12), y que "llevó sobre sí los pecados de muchos", señalaba el destino que le esperaba: "El Hijo del hombre no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos" (Mc. 10, 45). Hay razones para creer que Jesús mismo atrajo primeramente la atención a sus discípulos hacia la figura del siervo. Lo hizo porque ellos, reflexionando sobre esto, podían ser llevados a formarse una idea exacta de lo que significaba el "Mesías". "No piensas a lo divino, sino a lo humano", dijo a Pedro: ¿nosotros podemos permitirnos parafrasear? "Vuestro Mesías es un conquistador; el Mesías de Dios es un siervo".
c) Mesías y siervo en el bautismo: La fusión de las dos figuras ideales del Mesías y del siervo de Dios en la persona histórica de Jesús está representada dramáticamente en la escena que en todos los Evangelios precede como preámbulo al relato de su vida pública. Veamos la versión de Marcos. Jesús ha sido bautizado en el Jordán. "Y en el momento de salir del agua, vio los cielos abiertos y al Espíritu que, como una paloma, descendía sobre él. Y una voz del cielo dijo: "Tú eres mi Hijo amado: en ti me he complacido" (Mc. l, 10-11) (comparece Mt.3, 16-17; Lc.3 21-22; Jn. 1, 32). Por supuesto, todo esto es simbólico. Si tratamos de descifrar el simbolismo, podemos comenzar por las palabras pronunciadas por la "voz del cielo". Tales palabras vienen del Antiguo Testamento.: "Tú eres mi Hijo" fue dicho al rey de Israel, prototipo del Mesías" (Sal.2, 7). "Mi amado en quien me he complacido" es el siervo del Señor en la profecía de Isaías (Is 42, 1). Allí, el siervo viene equipado para su misión con el don del Espíritu, que aquí está simbolizado por los cielos , hay un resumen del significado esencial de la vida y obra de Jesús en una especie de reproducción taquigráfica: Jesús emprendió su misión, dicen nuestros informadores, de Mesías, de Hijo de Dios, de siervo de Dios, en la virtud del Espíritu divino; y esto es "verdad de Dios", afirmada por la voz divina, cuyo eco puede ser percibido por el oído interior.