Al arzobispo de Guadalajara, el cardenal Juan Sandoval Iñiguez, siempre es ilustrativo escucharle predicar. He tenido la oportunidad de oírle en reuniones, discursos, ruedas de prensa y en homilías. Es un hombre de Dios con una Fe como de roca, que sabe vivir al servicio del Señor y cuidar de la responsabilidad que Él le confió para que lo mostrara a su rebaño. Las declaraciones del cardenal Sandoval, tanto en momentos dificultosos como en momentos amables, siempre han sido valiosas para normar los criterios entre quienes en Cristo creemos. Al escucharle resulta sencillo apreciar que por años fue profesor de Teología y formador en el Seminario de Guadalajara.
Como a Don Juan lo tengo por mi arzobispo, por adopción, y porque sé que la catequesis de un obispo sabio siempre es necesaria, busqué su enseñanza sobre la Navidad. La comparto en seguida con quienes esto leen, con la recomendación de que se lea con esmero para apreciar cada frase, pues el estilo que ha caracterizado a su catequesis es el de enseñar con frases breves y profundas, de alto contenido teológico:
“La Navidad es para todos, para toda la humanidad, porque celebramos el nacimiento del Hijo de Dios, que vino para salvar a todos los hombres. Es cierto que su venida se preparó en un pueblo determinado: Israel, que era exclusivista y cerrado, y los israelitas que pensaban que la salvación era sólo para ellos, pero cuando apareció el Señor, de inmediato hubo señales de universalidad. La primera señal se dio en el pesebre porque fueron a visitar a Cristo Nuestro Señor los pastores, representantes del pueblo de Israel, pero también los Magos venidos de Oriente, representantes de la gentilidad, de los no judíos.
Además, cuando el Señor iniciaba su vida pública, con el bautismo, el Bautista que lo presentó oficialmente dijo: -este es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo-. Nuestro Señor Jesucristo muchas veces habló durante su vida pública de la universalidad de su mensaje, y así, ante la fe del Centurión exclamó: -Vendrán mucho de Oriente y Occidente a sentarse en la mesa del reino-.
Cuando el Señor se despedía y se iba a los cielos, les dijo a los Apóstoles: -Vayan por todo el mundo, prediquen el Evangelio a todas las naciones-. El hecho que celebramos en Navidad, que es el nacimiento del Señor, es para toda la humanidad. San Pablo lo fundamenta de una manera muy sencilla y dice: es que hay un solo Dios y Padre de todos, que quiere la salvación de todos. Hay un solo Señor Jesucristo que murió por todos y una sola fe y un solo bautismo. La universalidad es el plan de Dios.
Creo que hay varias razones por las cuales la Navidad se ha vuelto universal. Una de ellas es porque de alguna manera todos los seres humanos sienten algo de misterio cuando se trata de la Navidad. Les llama la atención que Dios venga del Cielo a la Tierra y que se haga niño para salvarnos. Hay una alegría no muy razonada, pero sí es como un anhelo del corazón de todos los hombres. Otra razón es que el nacimiento de Cristo, como está narrado en los Evangelios, es muy poético y así sucedió. Es hermoso, sencillo e inofensivo que Dios venga y se haga niño, débil, que nazca en un establo en las condiciones más humildes es algo que enternece. La misma Navidad está rodeada, de por sí, de poesía. Tampoco hay que negar que la propaganda comercial haya llevado la noticia de la Navidad a los pueblos paganos. Por imitar lo que se hace en naciones ricas que promocionan a Santa Claus, los renos y esas cosas, hacen lo mismo en países paganos.
A medida que perdemos el punto de vista religioso, vamos degradando las cosas que deberían ser religiosas, las alejamos de su verdadero significado. Si la gente no es muy religiosa, ¿cuándo se acerca Navidad, qué piensan celebrar? Sólo fiestas profanas: vacaciones, aguinaldos y todo tipo de excesos. Por eso es muy necesario tener presente lo que celebramos.
No se nos debe olvidar que es la venida del Hijo de Dios, el nacimiento de Cristo El Salvador. Estas fechas las debemos de celebrar sí con esas manifestaciones externas legítimas, pero sobre todo de una manera personal e interior, disponiendo nuestro corazón para que la salvación que nos trae el Señor llegue a nosotros Tiene que haber una preparación interior, pero ésta se da sólo en la gente que vive religiosamente. Para la gente que vive alejada de Dios, la Navidad se convierte en exterioridades”.