Bastantes medios han informado del intento serio por parte del Islam de recuperar la catedral de Córdoba como “templo ecuménico” para el culto común.
Nada más impropio que denominar ecuménico a dos modos tan diferentes de relación con Dios, como es el islamismo y el cristianismo. Intento vano es pretender mezclar el agua y el aceite. Sólo pueden existir separados.
Según el significado conceptual del término, avalado por el Concilio Vaticano II, por ecumenismo debe entenderse la tendencia a restaurar la unidad de las iglesias cristianas, es decir, las que creen y admiten a Jesucristo como único y verdadero Hijo de Dios , Salvador de todos los hombres.
Son cristianas la iglesia católica, la ortodoxa, la protestante, (en sus diversas y numerosas ramas), y la anglicana, entre otras, pero no así el islam o el judaísmo. Entre la Iglesia católica y estas religiones no cristianas, sólo cabe el diálogo interreligioso o la cooperación en tareas por la paz, la justicia, la libertad y los derechos humanos.
Como muy bien ha dicho el obispo de Córdoba, monseñor Juan José Asenjo:”El uso compartido de templos sólo generaría confusión en los fieles, dando pie al indiferentismo religioso”. Valdría aplicar al caso el dicho popular de “cada uno en su casa y Dios en la de todos”.