Con frecuencia escuchamos que alguien fue al mar, cuando solamente fue a la playa; pues el mar es inmenso; poderoso; profundo; en gran parte oscuro; riquísimo en fauna y flora; con grietas más recónditas que las montañas más altas sobre la superficie de la tierra; lleno de misterios, perfecciones y riquezas inimaginables. Meterse al mar es algo muy serio. Sólo unos cuantos expertos y aventurados se atreven realmente a incursionar en él. Lo que solemos hacer los turistas es conformarnos con mirar la superficie del mar, y nadar, si bien nos va, a unos cuantos metros de sus orillas.
Cuando escucho hablar a algunos hombres sobre las mujeres pienso que se puede aplicar, por analogía, lo que sucede en nuestras visitas al mar, pues dichas apreciaciones suelen ser muy superficiales. Es más, este desafortunado fenómeno de depreciación femenina también lo he visto en algunas mujeres, ya que a veces hasta las mismas feministas caen en una visión parcial e imperfecta sobre ellas mismas, su realidad y sus potencialidades.
Lo primero que hay que decir sobre las mujeres es que son imperfectas; pues todo ser humano lo es. Si bien es cierto que no todo en ellas es bueno y justo, también debemos afirmar que en muchas ocasiones suelen dar más el kilo que los hombres.
Hace tiempo, un buen amigo me trasmitió dos frases dichas por sus nietos: Pablo de 6 años quien ante un desacuerdo entre sus papás sobre algo que estaban decidiendo sobre una comida afirmó: “La mujer es un ser confuso, cuando dice no, quiere decir sí”. Y Sara de 4 años, quien un día le dijo a su madre: “mamá eres patética”. Supongo que en los dos casos esas expresiones las habrían escuchado en sus propios hogares; pero aun así, podemos deducir que corresponden a la imagen que reflejaban sus progenitoras.
Si generalizáramos usando este último ejemplo, es decir, si aplicáramos lo de patéticas a todas las mujeres deberíamos entender que no estaríamos empleando un término despectivo, pues según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española , patético significa “que es capaz de mover y agitar el ánimo infundiéndole afectos vehementes, y con particularidad dolor, tristeza o melancolía”. Personalmente pienso que, en ocasiones, esta capacidad permite expresar con mayor realismo lo que muchas veces sucede dentro de las personas, y esto no siempre va en detrimento de la objetividad, sino todo lo contrario.
La mujer, pues, suele tener una mayor capacidad expresiva. Si ésta va de la mano de la prudencia y la paciencia, qué maravillosa combinación.