Una
de las preguntas que más frecuentemente se hacen las parejas cuando van
a casarse es acerca del número de hijos que van a tener. Para algunos
aparece como un problema tener cinco o seis niños, preocupados por los
gastos que exige su cuidado y el riesgo que ofrece la sociedad actual
de tener un hijo drogadicto o con quién sabe qué otros problemas. Otros
piensan que es mejor tener una familia numerosa que no pobre de
vitalidad.
En una sociedad campesina es muy útil tener muchos hijos. La
familia dispone, después de unos años, de más brazos para hacer la
cosecha o de más dedos para hilar. Pero, ¿y en la sociedad urbana e
industrial? No siempre se obtienen más ganancias con pequeños
salarios... Mejor ser pocos a la hora de compartir las tortillas o la
carne.
Pero permítanme, con toda confianza, que les cambie la dirección
del periscopio. Creo que el problema no está en los centavos. Si fuera
así, todas las familias con pocos miembros serían exitosas y las
familias con muchos hijos serían un desastre.
Creo que el problema está en el amor y disciplina que se pone al
cuidar a los niños y en la vida diaria de los papás. Es decir, los
papás que ponen mucho interés en cuidar de los hijos -y no tanto en
frecuentar la cantina- y la disciplina para educarlos con esfuerzo
todos los días, convencerá de que las parejas que aciertan en el número
de hijos que es adecuado para ellos, son las parejas con mucho amor y
disciplina en su vida de todos los días.
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