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Milagroso Cese al fuego

El pasado 13 de enero hice una entrevista al Sr. Said Hamad, embajador de Palestina en México, para un programa de televisión en el que se analizó el conflicto suscitado desde el 27 de diciembre en la Franja de Gaza. Luego de la entrevista le platiqué que en 2006, mientras Israel bombardeaba a Líbano, el obispo de la Iglesia Maronita en México, George Saad Abi Younes, celebró Misa en la parroquia de San Agustín para pedir a Dios, por intercesión de san Charbel, el cese al fuego. Le dije que al día siguiente, en forma milagrosa, cesó el bombardeo. El embajador me dijo que necesitaba lograr algo similar para Gaza.

Cinco días después, el domingo 18, el obispo Abi Younes celebró la Misa solicitada, en la iglesia de Nuestra Señora de Líbano, junto con tres obispos libaneses y uno de Egipto que se encontraban en México por el VI Encuentro mundial de las Familias. Acudieron los embajadores de Palestina, Líbano, Egipto, Arabia Saudita, Algeria e Iraq, y el cónsul del Congo.

Reproduzco en seguida extractos de la homilía:

“Hoy nos reunimos con un anhelo en el corazón: rezar por la paz en Medio Oriente, por la paz en la tierra de la paz; rezar por los pueblos de Líbano, Palestina e Iraq, que sufren desde décadas las consecuencias de la guerra y del odio. 

   Hemos visto en estos días cómo el odio y el sentimiento de venganza han vuelto a derramar la sangre de inocentes en Palestina y nos duele en nuestros corazones ver tanto odio y destrucción, el sufrimiento de todo un pueblo.

   El mundo actual se debate entre el odio y la guerra; entre la superficialidad y la superstición, fenómenos que nos llevan a concluir, con el Papa Benedicto XVI, que una buena parte de nuestras familias, sociedades y naciones han desterrado a Dios de sus vidas. Vivimos en un mundo contradictorio en el que hay países y gobernantes que perdieron la sensibilidad, el amor y el respeto a los derechos de otros pueblos. 

La pasión de matar a un pueblo, a inocentes, a niños y mujeres, de invadir un territorio y destruir un Estado se ha convertido en una lucha que destruye el interior del hombre y la claridad de tomar decisiones justas a favor de la paz. Se ha despreciado “el Tesoro”, “la Perla de gran valor” que es la paz, y se han hecho esclavos de los dioses que ofrece el mundo.

No podemos ser indiferentes ante el dolor de los demás. Cristo, con su sacrificio redentor, ha querido hacer de nosotros la Familia de Dios entregada al Bien, para vernos y tratarnos como hermanos, hijos de un mismo Dios y Padre. Esto es lo que trae la paz al mundo. Por eso desde aquí elevamos nuestra oración por todos aquellos que sufren los terribles dolores de la guerra. Decimos y gritamos, con toda la seriedad y confianza: ¡Ya basta de agresiones! ¡Ya basta de matar inocentes! ¡No más guerras! ¡No más odio entre pueblos! Todos pertenecemos a la raza humana, y todos fuimos creados por el mismo Autor de la Vida. 

No existe otra solución a los problemas de violencia, guerra, terrorismo y muerte que estamos viviendo, fuera de Dios, porque quien practica el amor de Dios en su vida, piensa en los demás y construye la paz en su familia y en su entorno. Que nuestro compromiso sea orar por la paz y trabajar por ella con nuestro ejemplo para heredarla a las futuras generaciones. Pedimos, desde este momento, la poderosa intercesión de la Madre de Dios, Nuestra Señora de Guadalupe, y de San Charbel, para que cese de inmediato el fuego en Gaza y se restaure pronto la paz en todo el Medio Oriente. 

Pedimos del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, de las organizaciones internacionales, y de los países amantes de la paz, que se tomen las medidas necesarias a fin de lograr el paro inmediato de las agresiones contra el pueblo palestino y un acuerdo de paz global. Exigimos que el Consejo de Seguridad cumpla con su responsabilidad de mantener la paz y la seguridad internacionales pues esta guerra absurda está causando grandes sufrimientos a todos los pueblos de la región.

Imploremos a Dios que derrame el Espíritu de sabiduría a los gobernantes de la Tierra, para que todos podamos trabajar y vivir en la paz, a la que tenemos derecho, como hijos de Dios. Así sea”.

Ese mismo domingo 18 de enero, luego de la Misa por la paz en Palestina, se decretó el milagroso Cese al fuego en la Franja de Gaza.