Con el Domingo de Pascua comienzan los cincuenta días de gozo y alegría por la Resurrección del Señor, se llaman tiempo pascual. Concluye este tiempo con el regalo de Cristo resucitado a su Iglesia: el Don del Espíritu Santo, en Pentecostés.
Este tiempo hermoso tiene su pórtico de entrada: La Vigilia Pascual, noche de vela aguardando la Resurrección. Fue la noche más clara que el día, iluminada por el gozo de la resurrección de Cristo; en ella se unió el cielo con la tierra, lo humano con lo divino y los coros de los ángeles invitan a la santa Madre Iglesia a cantar las glorias del Resucitado.
Los apóstoles y las mujeres piadosas buscaban en su tumba al Señor. Llevaban perfumes para ungir su cuerpo, última manifestación de cariño hacia su Maestro. Ignoraban que la luz de Dios había iluminado las tinieblas de la muerte y que el sepulcro de Jesús estaba vacío. El que allí estuvo muerto y sepultado, está ahora vivo. Es El Viviente. Por eso la Iglesia le pregunta a una de esas mujeres testigo: “¿Qué viste María en el camino? —Vi la tumba de mi Señor vacía y a mi Señor Resucitado”. María Magdalena se convierte en la primera testigo de la Resurrección y lleva la feliz noticia a los apóstoles y a los discípulos.
Y así, todo comienza a girar en torno al Resucitado. La tumba queda vacía; los guardias desconcertados; los jefes confundidos. Los discípulos, en cambio, rebozan de alegría y llenan a Jerusalén con su testimonio: ¡Jesús vive! Se ha aparecido a Simón, se apareció a los Once, se apareció a los de Emaús, se apareció a las mujeres, se apareció a más de quinientos hermanos… El Resucitado inunda con su presencia y alegría a toda la tierra.
Cristo sigue presente, triunfante y glorioso en su Iglesia. Entonemos con gozo el aleluya, porque “Ha comenzado a reinar el Señor, nuestro Dios, el todopoderoso, el que está sentado en el Trono y el Cordero” (Apoc 19, 7). El Cordero inmolado ha vencido a la muerte. Con Él la venceremos nosotros también. Aleluya. ¡Felices Pascuas!
+ Mario De Gasperín Gasperín
Obispo de Querétaro